Pacem in terris
Por oriente, por Siria, por Damasco ¡Damasco!, por donde las geografías y fantasías de los antiguos cuentos de nuestra infancia, resuenan tambores de guerra y la guerra. La verdad es que desde que el mundo es mundo suenan por todo punto cardinal, pero oímos los que oímos cuando los oímos. Según nos duela. "Paz en la tierra", "Pacem in terris", publicada el once de abril de 1963, fue la última encíclica de Juan XXIII. Texto de esperanza escrito en un contexto de sonoros tambores de guerra percutidos por los miedos de la guerra fría.
"Pacem in terris" es una encíclica tan hermosa como actual. En su primera aclaración, concreta los cimientos de la paz: "Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad". Así que sin verdad no es posible la paz, sin justicia no cabe, sin amor tampoco, ni sin libertad. Escrita desde la fe, glosa en primer lugar la sabiduría y bondad de Dios reflejadas en la creación y transmitidas a los hombres por ser seres creados a imagen y semejanza de ese Dios sabio y bondadoso. Por ello sorprende que la humanidad recurra frecuentemente a la fuerza. Pero no cabe la desesperanza. La confianza en la bondad humana no se derrota. En el texto hay mucho entusiasmo. Optimismo contra miedos.
El ser humano es reivindicado como persona con derechos y deberes que por derivar éstos de su propia naturaleza inteligente y libre son universales, inviolables e irrenunciables. Así, los hombres tienen derecho "a la existencia y a un decoroso nivel de vida" (alimento, vestido, vivienda, descanso, asistencia médica...), derecho "a la buena fama, a la verdad y a la cultura"; y el Estado debe prestar "servicios indispensables". Encíclica creyente, reivindica la libertad religiosa. También "derechos familiares"; "derechos económicos", entre ellos el salario digno; "derecho a la propiedad privada de los bienes, incluidos los de producción", propiedad considerada como derecho natural pero con una función social; "derecho de reunión y asociación"; "derecho de residencia y emigración"; "a intervenir en la vida pública" y "a la seguridad jurídica". Derechos fundamentales que en España, en 1963, algunos no eran por la Dictadura. Derechos y deberes: "respetar los derechos ajenos", "colaborar con los demás" y "actuar con sentido de responsabilidad".
Derechos y deberes expuestos, continúa definiendo la convivencia civil que, como hemos visto, ha de basarse en la verdad, en la justicia, en el amor y en la libertad. Desde la creencia insiste en el carácter espiritual de la sociedad humana y reivindica el orden divino para el orden moral. Continúa una parte de interés sociológico, demostrando que la Iglesia tenía los pies en el suelo al percibir una realidad contemporánea caracterizada por la dignidad de los trabajadores, la presencia de la mujer en la vida pública y la emancipación de los pueblos. Una segunda parte del documento trata sobre la ordenación de las relaciones políticas que deben servir para el bienestar de los hombres y el bien común.
En varios pasajes el papel del Estado es reivindicado al servicio de los individuos para garantizarles cultura, sanidad, asistencia... No cabe aquí copiar fragmentos. Recomendamos su lectura para descubrir que algunas afirmaciones podrían considerarse subversivas al chocar con el actual espíritu neoconservador que distancia a los Estados de su responsabilidad con los derechos ciudadanos. Nada más reivindicativo, entonces, que esta encíclica de hace medio siglo al estar redactada con la ambición suprema de demostrar a la humanidad sus posibilidades de mejora. El tres de junio de 1963, mes y pico después de publicada, moría Juan XIII, "el Papa Bueno".