Paco Rosique Rocamora, muy buena persona
En un día lleno de nubarrones, su adiós me traslada a aquella primera ferretería del edificio de los franceses...
Es de bien nacido ser agradecido. Qué duda cabe que Paco Rosique Rocamora se portó muy bien conmigo, y debo reconocerlo públicamente. Hace de ello muchos años, más de cuarenta.
Tuvo que ser antes de 1980, tiempo en el que junto a mi querido amigo Antonio Vicente Martínez García colaboré en Radio Villena SER, lo que nos proporcionó a ambos el acceso directo a las cuatro salas cinematográficas que por entonces funcionaban en Villena, el cine Cervantes, el cine Avenida, el cine Imperial y el Teatro Chapí, que exhibía con regularidad.
Pero antes de que esa etapa llegase, en esos años difusos de la adolescencia, y pese a mi acusada timidez, gracias a la generosidad de Paco Rosique Rocamora, que me proporcionaba las invitaciones que le suministraba la empresa por tener la cartelera instalada en la fachada de su comercio, pude ver muchas películas de las programadas en el cine Cervantes.
Como padre de familia numerosa bien pudo haberse negado a mi petición. Excusas no le faltaban. Es cierto que a mí me apasionaba el cine desde bien pequeño, y que él sabía la ilusión que me daba conseguir aquel trofeo. Pero yo habría comprendido cualquier negativa. Nunca llegó. Recuerdo como en una nebulosa cómo cuando pasaba por la ferretería, unas veces a comprar, otras a solicitar una entrada como quien pide un premio, él nunca se negó ni puso una mala cara. Todo lo contrario.
En un día lleno de nubarrones, su adiós me traslada a aquella primera ferretería del edificio de los franceses. Y de allí salta a los últimos días de vida de mi padre, que sucedieron como la suya en la plaza de las Malvas. En esa dimensión desconocida, y aterradora, que es la pérdida de la memoria.
Un abrazo muy fuerte a toda la familia.