Opinión

Más dolor

Mientras seguía aferrándome a la memoria de Eleuterio Gandía, me llega la noticia del fallecimiento de Nacho Pérez Palencia

A Juan Ignacio –Nacho– Pérez Palencia

Primavera de mayo y… Cuando dicen la vida, me atosiga la muerte. Cuando todavía mi llanto no se había apagado aferrándome a la memoria de Eleuterio Gandía, amigo poeta e historiador, me llega la noticia del fallecimiento de Nacho Pérez Palencia, amigo. Me llega más dolor, alimentando llantos.

Y desde que su hermano Pascual me comunicó la pena, no se me borra la sonrisa de Nacho, la que siempre te ofrecía estrechándote la mano, saludándote. Como no se me borra su conversación siempre cariñosa, preguntándote por tu por aquí y por tu por allá, informándote de su por aquí y de su por allá. Que si ayer Granada con su magia de duendes y aflicción de ciegos, que si hoy Campello con su seducción marina y ocaso de sol en la Illeta deshaciéndose, junto a la Almadraba, donde alguna noche –dicen– se escucha cantar a las sirenas.

Conversación cariñosa, sonrisa compañera… Hay virtudes que se aprenden, pero otras se maman. Y en los Pérez Palencia que conozco hay mucha genética de exquisitez, virtud –también mucha– en el trato de gentes, amabilidad. Y si la pena alimenta llantos, el recuerdo de Nacho amable atenúa, aun sintiéndolo fuerte, mi dolor.

Hace años, cuando éramos todavía más jóvenes, coincidí con Nacho en un viaje a París. Y ya se sabe, lo escribió Hemingway con conocimiento de causa: "Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas adonde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue".

Y así es, París nos sigue, París me sigue como una fiesta recordando a Nacho. Su alegría, su educado trato, su paciente conversación, su chispa ingeniosa, oportuna; el aprecio mutuo, sus gestos amables y… Y su generosidad manifiesta. Generosidad hasta el último instante donando su cuerpo a la Ciencia.

En este adiós sin verlo, rezo. Y abrazo a la familia. Y abrazo a Ana con el consuelo y deseo de que el mar que compartimos nos traiga en sus brisas la sonrisa entrañable de Nacho, su educada delicadeza sabrosísima en amistad. Para siempre.

 

Nota: Este artículo ha sido radiado previamente en Onda Cero Vega Baja y publicado en la sección En el oleaje de la luz y la sombra, que mantiene Mateo Marco en el Diario de la Vega.

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