A las horas de nadie
Me niego al adiós a Eleuterio, porque tengo sus versos y sus sabidurías impresas, negro sobre blanco y en mi memoria

A Eleuterio Gandía Hernández
A las horas de nadie escribo contemplando un horizonte de mar oscuro y cerrado, oscuro oscuro y cerrado cerrado. Como un túnel sin final de túnel. Escribo con el peso de la noticia triste que me llega de Villena y para Villena. Escribo con la pena: Eleuterio Gandía Hernández ha muerto. Eleuterio Gandía, juglar de juglares, poeta, historiador, esposo, padre, abuelo, hermano y amigo ha muerto.
En la inmensidad negra, algunas tímidas luces de pequeñas embarcaciones alimentan y animan, perdidas, mi luz perdida en un abismo de dolor. Quisiera ver, quisiera saber por qué entre los fastos felices del Quinto Centenario de la vieja ciudad, ciudad hermanada rehermanándose, me llega la noticia amarga de la voz apagada de un poeta lúcido, esa voz de poesía que aun atiborrada de mar nunca olvidó decir de los surcos de la tierra trabajada, de la tierra abonada con el sudor y la vida de nuestros mayores, voz sentida entrañablemente en las entrañas, voz de las gentes sencillas, voz rebelde, manifiesta con agallas y amorosa, voz también –ahora también callada– de saberes históricos de lo nuestro y de los nuestros. Retratos vivos y biografiados. Voz de vate, sincera y bella por nada histriónica.
Sí, escribo a las horas de nadie –a las horas de nadie– diciendo con este verso de mi bosque pluvial que Eleuterio, siempre generoso con mis cosas, me confesó oportuno por retratar esas horas en las que somos soledad, horas en las que se nos presentan los vacíos, horas en las que los más nuestros perdidos se nos aparecen para hurgarnos en las heridas del alma. Una pasarela de espectros que la vida nos llena. De tristezas.
Y en estas horas de nadie me niego al adiós a Eleuterio. Me niego. Porque he tenido el privilegio de conocerle, de estimarle, a él y a los suyos. Desde los Balbuceos hasta… hasta su fiebre historiadora.
Y ahora me parece simpática paradoja que cuando Eleuterio más poeta, yo quería ser sobre todo historiador; y cuando Eleuterio más historiador yo quería ser poeta. Me niego al adiós porque tengo sus versos y sus sabidurías impresas, negro sobre blanco y en mi memoria. Me niego al adiós de quien con sus querencias reafirmó mis querencias. A la tierra labrada, al mar huésped, a la amistad, al amor, a la vida. A la vida.
Nos deja un poeta,un escritor,un historiador y un gran maestro y sobre todo un Villenero Ilustre.Continua enseñándonos a todos sobre nuestra Villena
Así es.
Por ello la tristeza.