Apaga y vámonos

País de cobardes

Imagino que para ir caldeando el ambiente antes de la maravillosa concentración por el Partido Pop… digo “por la familia cristiana”, el emérito Obispo de Tenerife, Don Bernardo Álvarez, se descolgó en una entrevista afirmando que “hay adolescentes de 13 años que provocan y están deseándolo”. (Deseando que se abuse de ellos, por poner la afirmación en su contexto).
¡Viva la “familia tradicional” y viva la madre del señor Obispo! Sí señor, con un par. A la joven virgen, el carpintero anciano y la paloma (el paradigma de familia tradicional cristiana) les sumamos ahora el adolescente provocador y ya tenemos el belén completo. Para qué andar con tonterías, si ya está más que dicho: “La culpa es de los padres, que las visten como putas”. Y Don Bernardo, que es más priapista que el Priapa (no es una errata, amigos, busquen “priapismo” en el diccionario y verán qué risa), no puede evitar que se le haga la boca agua y se le abulte la sotana al ver pasar a esos púberes imberbes tan tiernecitos, a esas lolitas con piercing en el labio y el tanga asomando sobre los vaqueros… que si el voto de pobreza se lo ha pasado siempre por el arco del triunfo, el de castidad no va a ser menos, qué coño.

Total, que estábamos discutiendo sobre si a los niños de 13 años les pone que se la endiñe un obispo por detrás cuando el resto de colegas de su Excelentísima le pusieron la guinda a la fiesta con su aquelarre de la Plaza de Colón, en la que se dijeron tantas lindezas que no sabría por dónde empezar: que si el arzobispo de Madrid se quejó de que en España retroceden los derechos humanos, cuando el Estado vaticano ni siquiera ha firmado muchos de los tratados de las Naciones Unidas al respecto; que si el de Valencia se lamentó de que peligrara aquí la democracia, cuando ellos, ni la admiten en su organización, ni nunca han hecho sino obstaculizarla en España; que si el de Toledo sostuvo que “la familia debe ser la primera prioridad mundial porque es lo mejor que tenemos”, cuando él y todos los demás obispos la eliminan de sus vidas, al menos de puertas para afuera, que bien sabido es que sus parejas se llaman sirvientas y sus hijas, sobrinas. En fin, que debe ser cierto eso de que Dios escribe recto en renglones torcidos, o lo de que sus caminos son inescrutables, o lo de que es más fácil que un camello pase por… eh, bueno, mejor lo dejamos aquí que si no me lío.

Que sí, me dirán ustedes, que por muy obispos que sean tienen el sacrosanto derecho a la libertad de expresión, cosa que no seré yo quien se la quite. Pero tampoco me va a quitar nadie a mí mi derecho a decir lo que pienso de la Iglesia y de sus máximos responsables en España, esos mismos que no hace tanto custodiaban la dictadura brazo en alto y sacaban al dictador bajo palio como si fuera el mismísimo Cristo, que dicho sea de paso, esté donde esté, habría que ver qué piensa al respecto.

Ni tampoco me va a quitar nadie, ya que estamos, el derecho a decir que José Luis Rodríguez Zapatero es un cobarde y un pusilánime que se ha cagado en los pantalones al topar con la Iglesia, como todos sus predecesores. Habrá que esperar a otro Presidente con las suficientes narices para denunciar el Concordato del 79, mandar al Vaticano a que le den por donde le gusta al Obispo de Tenerife y dejar que la Iglesia se las ventile sola con las aportaciones de sus fieles. Amén.

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