Fuego de virutas

Pan y chorizos

Cuando el 15-M, cuando los indignados, alguien proclamó con éxito aquello de que "¡no hay pan para tanto chorizo!". Se equivocaba. Se equivocaba porque los chorizos sabían que aún les quedaba mucho pan. Les quedaba nuestro pan. El pan nuestro de cada día. El pan que ganamos con el sudor de nuestra frente. El pan de nuestro trabajo. Pan que, carroñeros, nos quitan de la boca y de la boca de nuestros hijos.

Ladrones de guante blanco, asaltan insaciables nuestra despensa, como ratas hambrientas un silo abierto. Esa despensa que, previsores –acaso ingenuos–, nutrida por una mentalidad agricultora heredada de nuestros abuelos agricultores, siempre quisimos socorrida. Sin lujos pero socorrida. Los recortes y las subidas de impuestos que no iban a ser cuando el periodo electoral merman nuestro trigo que será pan para los que, corruptos, se comieron todo pan. Ávidos dilapidadores nos arrancan con sus garras de rapaces y picos sanguinolentos nuestra comida. La que nos procuramos con nuestro trabajo. Y robándonos el fruto del trabajo, nos traen el sinsabor de la injusticia. Y la rabia quitándonos lo que comprendemos nuestro.

Nuestras biografías, sin duda diversas, están marcadas no obstante todas, por el estudio, el estudio y el estudio. Primero, estudio para superar Bachillerato y carrera; luego, estudio para la oposición; y ahora y siempre, estudio para estar formados ante un alumnado y un mundo que nos necesita en continua formación. Muchos de nosotros, si nos hubiera movido el dinero, hubiéramos buscado otras ocupaciones. Pero apostando por lo que apostamos, pretendíamos otras riquezas. Entre ellas el tiempo. No sé si esto es delito que ahora tenemos que pagar. Nunca se nos advirtió que lo fuera. En la adolescencia renunciamos a "ganar" escapándonos de la seducción de un salario que nos resultaba goloso. Nuestros padres nos convencieron para que estudiáramos. En muchos casos, para atender los gastos que generábamos (matrícula, estancia, libros...), ellos se pluriemplearon en los años del pluriempleo, agostando su salud. Perfil, línea arriba, línea abajo, de a quienes al cabo se nos enseñó a cultivar el esfuerzo, esa virtud que los que nos dedicamos a la Enseñanza queremos para nuestros educandos. Esfuerzo que se nos recompensa con escupitajos, con dudas sobre nuestra profesionalidad y con gravosas medidas que nos vuelven hacia tiempos sin derechos, como aquellos tiempos de la Revolución Industrial que convirtieron a los hombres en engranaje de máquina. Tiempos sin derechos que nos obligan a luchar como lucharon los trabajadores de las primeras industrias o los jornaleros de todos los tiempos para recuperar dignidades. Resulta amenazador que para algunos trabajadores, personal interino por ejemplo, las vacaciones pagadas vayan a ser historia. De ahí a la supresión del descanso dominical, ya puestos, podría haber corto trecho. ¡La Santa Productividad! ¿Para quién?... La humanidad al servicio de la economía. No al revés.

"El deseo más intenso y más profundo del hombre –escribió Robert Michels a principios del siglo XX– es el de alcanzar la felicidad... También la economía tiende a este fin al cual está subordinada como medium ad finem. Por tanto, la economía no puede, como algunos han creído, consistir en la búsqueda y en la doctrina de los medios adecuados para aumentar la producción, sino que es útil que se interese por la producción en cuanto que ésta es susceptible de aumentar la posibilidad de que los hombres vivan contentos."

Aquí se han empeñado en aguarnos la fiesta y en que la economía no sea medio sino fin. Las sanguijuelas de la corrupción, insaciables, nos chupan la sangre. Devoraron todo pan que se les puso a mano. Ahora vienen a por el nuestro. Siento la peste.

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