El Volapié

Pan y toros

Cañones y mantequilla, pitos y flautas o –como se decía en la antigua Roma y mantiene su validez para Villena– pan y circo. Dicho sea con todos mis respetos para el Imperio y para las nobles actividades circenses.
Cuando estoy fuera de Villena y me emociono hablando de ella, cuando explico que somos una Ciudad desde que nos premiase el Emperador en 1525, cuando cocino una gachamiga a muchas leguas de aquí, cuando al llegar estos días empiezo a acordarme de que mi traje de estudiante ha encogido, cuando al regresar de un viaje se lee Villena en la estación… me doy cuenta de que no he sido capaz de contar la verdad sobre el presente de nuestro pueblo, que eso es lo que es esto con permiso de Don Carlos.

El pan está caro y por lo tanto hay quien opina que hay que suprimir los toros. La primera opción política más votada en Villena está integrada por afiliados y simpatizantes que conforman un abanico de personas de diversas procedencias, credos, profesiones, inquietudes, filias, fobias, virtudes, defectos y aficiones. Y también los segundos, los terceros y análogamente en todos los colectivos que participan de la vida pública.

En la práctica, estos ciudadanos coinciden en multitud de ambientes sin que suponga una cortapisa su simpatía o filiación política, que me parecen genuinamente respetables tratándose de las bases. Unos y otros vamos juntos al teatro, a cenar, a dar un paseo, a las reuniones del colegio, a misa, al vial ecológico, a las oficinas del paro, al ambulatorio, juntos disfrutamos de las fiestas y –fuera del pueblo– del cine, de los centros comerciales y de los toros. Es habitual ver en Alicante, Valencia, Murcia y Albacete a villenenses a los que en Villena les cuesta exhibir su afición taurina. La afición a los toros es difícil de controlar y cuando un aficionado tiene al alcance de la mano un buen cartel en una buena feria, se deja llevar y acude a disfrutar del espectáculo. Buenos aficionados los hay en cualquier colectivo y en cualquier agrupación política, sandías incluidos por supuesto.

Cuando una persona siente que los espectáculos taurinos hieren su sensibilidad o siente rechazo hacia ellos –sea por las razones que sean– no asiste a estos eventos como primera medida y a continuación puede permanecer pasivo o actuar en consecuencia, lo que es completamente lógico y normal.

Sin embargo, en mi pueblo, por encima de lo que está normalizado a pie de calle, la res taurina se ha politizado hasta tal extremo que todos los de un bando tragan con todo lo taurino y todos los del otro bando con todo lo antitaurino. Si se puede ser ecologista y matador de toros, si se puede ser alto cargo del Partido Popular y antitaurino, ¿cómo no va a ser esto posible entre los dirigentes políticos de nuestro pueblo?

Si por la crisis no hay dinero municipal para toros, que venga un empresario con un par, capaz de asumir los riesgos y terminemos con la historia.

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