Para terminar
Si nos dejamos de arbolitos de Navidad y de arcos de lucecitas adornando las calles, entendemos que llegados al final del presente año, aparecen algunos temas sobre los que Villena mantiene una digestión eterna. No. Digestión no. Atragantamiento, en todo caso. Temas como el relacionado con las dichosas vías ferroviarias que ahora aparece en forma de Estación del Ave. Ni soterramiento ni alejamiento. Ahora la cuestión estriba en aliviar a unas cuantas familias necesitadas gracias a unas cuantas contrataciones temporales que las empresas subcontratadas pueden realizar en nuestra ciudad. Nada del otro mundo y nada, por supuesto, que vaya a solucionar la vida de Villena en general, ni de nuestra lista de desempleo en particular.
De igual modo aparece otro viejo conocido: el tema de los olores. Que si nuevos vasos, que si revisiones de contrato, que si deuda millonaria
Y aunque nunca nos acostumbremos a que nuestra ciudad huela a mierda cada equis días, parece que sí nos acostumbramos a que como el hediondo aroma de nuestra basura, el tema aparezca y desaparezca sin llegar nunca a un resultado. Como el tema del agua, tal vez, de la empresa concesionaria, sobre la que andamos dando tumbos sin conocer realmente cuál es la situación en la que se encuentra respecto a nuestras viviendas y nuestro ayuntamiento. Pero claro, no es momento de amargarnos la existencia cuando estamos a la vuelta de un nuevo año que promete continuar perpetuando todas estas situaciones.
Es momento de felicitarse, no sé porqué, tal vez por continuar con vida. Por haber sobrevivido a los brotes verdes y a el próximo año comenzará la recuperación.
Terminamos otro largo año. La vida no nos ha ido mejor. Pese a las promesas. Y lo único que hemos recibido han sido nuevas promesas. Ni siquiera promesas renovadas. Nuevas promesas que se acumulan como papeles nuevos sobre la montaña de viejos papeles. Y palabras sobre el sufrimiento y el esfuerzo, que ya se han convertido en sujetos, ya no son aquellos lugares por donde pasar para llegar al final del camino. El sufrimiento y el esfuerzo ahora son el lugar donde habitamos junto a la inseguridad y el miedo. No necesitamos que un rey o un partido político vengan a contárnoslo. Basta con mirar a nuestro alrededor, mirarnos las manos, entender qué poco podemos hacer para resolver esta situación presente.
No sé si son nuestras fuerzas políticas las que han aprendido de las usureras compañías de telecomunicación, pero lo que es evidente es que nos han enviado a un limbo de donde solo podemos escapar pagando. Y eso es lo que vamos a seguir haciendo: pagar. Pagar y ver cómo desaparecen de nuestras vidas aquellas pequeñas cosas que nos procuraban seguridad y bienestar. Sentirnos como elementos ajenos dentro de nuestras propias casas. De modo que: tengan un buen año, queridas personas.