Vida de perros

Parir sin dolor

No será por temas para tratar esta semana y aún así creo que es posible escabullirse. Dejar de hablar de la desestimación de la concesión del servicio de agua potable y alcantarillado, del rechazo de la cesión de terrenos para la construcción de la Comisaría de Policía Nacional, de la renuncia a la permuta de terrenos para la construcción de la vaquería, de las elecciones a Consejos Escolares, del tercer juzgado, del trasvase, de la plaza de toros, del soterramiento, de la Navidad. Nada de eso, queridas personas, nada de eso. Esta semana, en un acto de remembranza (¿se dice así, Mateo?) recupero la columna que apareció hace un año en este mismo lugar (mes arriba, mes abajo) y cuya cabecera rezaba, válgame la expresión, Revistas sin Padre.
La disertación lanzada en aquel momento valdría para el famoso “copia y pega”. Es decir, para colocarla en el lugar que ocupo en este momento y ahorrarme el trabajo de continuar escribiendo. La perspectiva que vive la Revista Villena 2007 en su edición número 57 no es muy diferente a la que vivieron sus antecesoras. Y aunque resulta empíricamente constatable que un proyecto en vías de putrefacción huele peor a medida que el tiempo transcurre, también se puede dar el caso de que las bacterias hibernen y todo quede congelado allá donde se detuvieron. Nuestra revista, porque lleva el nombre de nuestra ciudad y presenta estudios sobre ella: historia, entorno, actividad social; así como trabajos más o menos –la mayoría– artísticos, será presentada una vez más en la Casa de la Cultura a mediados de diciembre. (Puestos a traer aquí antiguas reflexiones volveré a insistir en la denominación del espacio cultural polivalente por antonomasia en Villena: casa de la cultura, que es como casa del Pepico o de la Virtudes, que comparativamente resultaría como llevar el dinero a la caja de los ahorros. En fin.).

¿Quién de ustedes compra la revista Villena? ¿Qué es eso? Dirán aquí y allá. ¡Yo por supuesto! Dirán acá y acullá. ¿Y quién la lee y por qué? ¿Y quién no la lee y por qué? –podríamos preguntar. Quizás una reflexión de las múltiples respuestas obtenidas nos descubriría un camino insospechado por donde dirigirnos a algún lugar. No sólo bastan obviamente tales datos para crear una línea editorial, si no popular, al menos compartida, pero es mejor que nada en cualquier caso. Ni el cambio de aspecto ni otros sutiles cambios llevan a la lectura del producto que desde hace años tenemos entre manos. Y es obvio que al realizar la crítica demando interés en muchos de sus contenidos, la crítica parte del amor, del dolor, antes de convertirse en desprecio.

Si tuviera que concluir alguna razón por la que estimo desbravada nuestra revista, desahuciada a largo plazo –créanme, el tiempo dirá pese a que nuestras cuencas vacías ya no puedan comprobarlo– es quizás porque creo que la publicación es resultado de un parto sin dolor. Si fuera posible la comparación, ciertamente difícil, encontraríamos más dolor, como compromiso, como desvelo, como ilusión, como trabajo, como tiempo y esfuerzo en definitiva, en la preparación de una presentación de madrina por parte de cualquier comparsa que en la realización de la Revista Villena, esa que se regala protocolariamente a artistas, figuras políticas y demás personalidades que visitan nuestra ciudad. En el arte como en el desarrollo y finalización de un proyecto hay dolor. Da igual que en el parto no lo haya, pero el trabajo y el esfuerzo, la dedicación, se ha fraguado durante los nueve meses anteriores. Ahora sólo queda la esperanza de que el año próximo no tenga que volver a retomar esta columna.

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