Pasalo
No sé si está de moda la Iglesia. La gente se ríe con chistes de curas y de monjas. La gente disfruta disfrazándose de cura y de monja en carnavales y saraos. Tiempo al tiempo que vendrá el carnaval. O la retreta. Hasta los hay que les gusta vestir de obispos. No sé si está de moda la Iglesia porque la gente te habla de cosas contra la Iglesia como si a ti te hicieran gracia esas cosas. Por ejemplo, me cuentan un chiste con poca gracia porque atenta contra cuestiones que me son íntimas y yo no me río. Incluso ya digo que no me ha hecho ninguna gracia. Y entonces, el mengano se sorprende de que a mí no me haga gracia su chiste anticlerical. Y le extraña.
Y entonces yo me quedo con la duda de si me estoy haciendo un viejo raro. Pero luego, por otro lado, yo veo a jóvenes que se acercan a la Iglesia con alegría y con compromiso. Y que les preocupan las cosas que le preocupan a la Iglesia. Que sí, que es fácil que la Iglesia le ponga puertas al campo de su juventud que está en estallido pero a ellos no les atosigan esas puertas porque son puertas que no les cierran el porvenir, sino que se lo abren, porque son puertas que se abren para la libertad, porque son puertas que les hacen salir de la vacía esclavitud de la vida superflua de un atiborrado consumo y que les abren valores fuertes para asentar sus vidas.
Desde mi querencia a la Iglesia, cuando la manifestación en defensa de la familia de 18 de junio de 2005, manifestación que no convocó la Iglesia pero sí apoyó la Conferencia Episcopal, me quedé con ganas de ir. Ese día, familias preocupadas salieron a las calles de Madrid a poner a prueba el talante del gobierno. A ver si así, desde el grito en la calle, eran atendidos. En esto que estaba yo siguiendo dicha manifestación por la radio y me llega un mensaje al móvil. Se ha puesto de moda el pásalo. O mejor el "pasalo", porque el personal no gasta acentos en los SMS. El mensaje, esa tarde decía: "Que el otro lado de la cama lo ocupe quien tu decidas y no un obispo. Por la libertad de elegir. Pasalo". Yo, que estaba escuchando la radio, y oyendo los desvelos de manifestantes anónimos, contesté bastante sensible el mensaje. Y escribí: "Mi problema, estimada amiga, es que me caen bien los obispos. Y me importa la familia. No me preocupa con quien me acuesto, sino con quien me levanto. No hace falta que lo pases."
No escribo la contestación que recibí de mi amiga porque es muy irreverente. Me dolió mucho porque me dolía el alejamiento de la amistad al no percatarse ella de que su mensaje me hacía daño. A lo peor es que llevamos mucho tiempo haciendo gracietas contra la Iglesia y pensamos que quedan guay estos chistes. Y sin embargo, por otro lado, hacemos encaje de bolillos para no irritar otras creencias respetables que en su versión radical sólo por una uña de un mal chiste de esos que se cuentan de curas y monjas, sólo por una ramplonería zafia de las que se dicen o cometen contra el clero católico, sólo por unas caricaturas "graciosas", nos exigiría el enterrarnos en vida. Aquí, mediando la violencia y el canguelo, el personal se cuida mucho. Con lo sencillo que es que se respete lo que la gente íntimamente cree. No me gustan los chistes que hieren el espíritu.