Pobre Constitución, pobres de nosotros
Ha sido una suerte que los que hacemos posible esta columna hayamos tenido vacaciones durante el puente de la Constitución, porque así no he tenido que escribir y por consiguiente he podido disfrutar de un merecido descanso yendo a los toros, que es lo que más me gusta hacer en cuanto pillo cinco o tres días libres seguidos.
Como a estas alturas de la temporada para ver toros hay que marcharse a Quito -a la Feria del Señor de los Milagros- y como Quito está en Ecuador y Ecuador al otro lado del charco, resultaba excesivamente pretencioso por mi parte el intento de hacer la travesía en barco y tener tiempo de regresar a la grandiosa España antes del día de la Inmaculada. A pesar del pánico que me produce montar en avión desde el 11-S, le pedí al Presidente del Gobierno que tuviese la amabilidad de velar por la seguridad de mi viaje, ya que las entradas me habían costado un potosí y además porque no me quería perder la sublime faena que Víctor Puerto creó el domingo.
A nadie le puede quedar duda sobre el recíproco afecto que mutuamente sentimos el marido de Sonsoles y yo, por lo que el gran ZP que Dios guarde muchos años al frente de los designios de España y Cataluña dispuso todas las medidas necesarias para que se produjese la declaración del estado de alarma y que así me pudiese solazar en el coso ecuatoriano.
Hay quien piensa que este Gobierno que presume de libertario por haber promovido leyes como la que despenaliza el aborto obligando a todos al adoctrinamiento, que ha permitido que el matrimonio y la adopción entre homosexuales tenga la misma entidad que en parejas de distinto sexo, que ha facilitado la integración de fieles de religiones distintas a la católica al tiempo que ha cerrado al culto un templo católico por el artículo treinta y tres, que permite la falta de libertad lingüística y que entre otras prohibiciones prohíbe las corridas de toros, es en realidad un gobierno liberticida.
Nunca antes en todo el periodo democrático hubo un precedente como en la fase en que nos encontramos todavía en estado de alarma en el que aparte del rollo este de los controladores aéreos, se puede limitar la circulación de personas, practicar requisas temporales de todo tipo, intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, por ejemplo. Queridos amigos de la ceja, ¿si esto no fuera obra de ZP que pensaríais? Digo más, ¿y si hubiera sido cosa de Aznar? Es posible que en tal supuesto Rubalcaba hubiese hablado de un golpe de estado.
Sin embargo, no escribo en broma cuando expreso mi conformidad con el estado de alarma y ojalá que a partir de ahora sigan actuando con igual contundencia y constitucionalidad en otros casos que atentan de manera mucho más grave contra el orden constitucional, como son las situaciones del paro, el terrorismo y el separatismo.
Pero para todo esto sólo convocarán minutos de silencio.