Dos de los estrenos más esperados de este primer trimestre del año han acabado resultando sendas decepciones para el que esto suscribe. Ojo, ambos títulos están muy lejos de ser malas películas; pero teniendo en cuenta lo atractivo de la propuesta inicial, el material del que partían, el renombre de sus principales artífices y -al menos en el primero de los casos- las excelentes críticas recibidas, esperaba bastante más de lo que finalmente me dieron. Porque, a ver: ¿de verdad Pobres criaturas es para tanto? Muchos espectadores, profesionales o no, la han recibido como la obra maestra indiscutible del cineasta griego Yorgos Lanthimos, cuando a mi parecer resulta ser la menos interesante de todas las suyas que he visto (que no son todas, lo confieso). Aquella Canino que lo reveló como uno de los realizadores más interesantes del panorama internacional me sigue pareciendo imbatible; pero es que prefiero de lejos la tan extraña como fascinante El sacrificio de un ciervo sagrado, o incluso la inmediatamente anterior La favorita -que me sigue pareciendo la más accesible de sus películas, aun no siendo para todo el mundo-, a esta nueva versión del mito de Frankenstein de la que solo salvo algunos momentos aislados y un reparto, eso sí, excepcional: lo de Emma Stone se sale de cualquier talentómetro y su (segundo) Oscar parece cantado, pero es que Willem Dafoe y muy especialmente Mark Ruffalo también están espléndidos en sus respectivos roles. Ahora bien: por un lado, el relato del film, y más concretamente el discurso feminista en clave alegórica del que tanto se viene hablando, ¿puede ser acaso más obvio de lo que es? Y por otro lado: las diversas apuestas estéticas de la realización de Lanthimos, ¿pueden resultar todas ellas más gratuitas? En fin, que Pobres criaturas me ha parecido un artefacto efectista de principio a fin y, sí, facilón, por más que no sea un producto para todos los paladares.
Tampoco me ha entusiasmado precisamente Ferrari, aunque esta se estrenaba con menos hype (que dicen los modernos) porque no había gustado a todos los que la habían visto en los primeros pases de prensa. Decir a estas alturas que Michael Mann es un gran realizador es poco menos que una obviedad, y que su emblemática Heat es una de las películas de mi vida tampoco sorprenderá a cualquiera que la haya disfrutado y menos aún a quien me haya leído o escuchado hablar a propósito de ella. Pero su reciente Ferrari, el biopic del empresario que creó una de las marcas más populares de la Fórmula 1, me ha dejado un tanto indiferente: al principio pensé que la culpa era mía, dado lo poco (o, mejor dicho, nada) que me interesa el mundo del automovilismo; pero luego me acordé de lo que he disfrutado con películas ambientadas en sectores profesionales que ni me van ni me vienen, como La red social (Facebook y las RRSS en general), Steve Jobs (la informática) o Moneyball (el béisbol)... y me di cuenta de que la culpa es de Aaron Sorkin, por no haber escrito el guion de esta película que Mann se podría haber ahorrado perfectamente a estas alturas de su carrera.
Al menos, ante las decepciones de la cartelera y como consuelo, siempre nos quedará la literatura. En el caso de Pobres criaturas, les sugiero lean la novela homónima de Alasdair Gray en la que se basa la cinta de Lanthimos. A Gray lo descubrí en mi adolescencia con aquel tochal fantástico (en todos los sentidos del adjetivo) titulado Lanark. Varios lustros después, me reencuentro con la narrativa de este escritor de culto gracias a un libro que, en efecto, cuenta la misma historia que su adaptación cinematográfica; pero que puede presumir mucho más de estilo (literario, en este caso), siempre a mi parecer, que esta última, incluyendo su sorprendente valor metanarrativo. Además, la edición (muy cuidada) incluye las ilustraciones y los diseños de Gray, que siempre mimaba mucho este aspecto en todas sus obras.
En cuanto a Mann, pueden darle una oportunidad como novelista tardío de la mano de Heat 2... aunque mucho me temo que, como suele pasar en estos casos, el grueso de esta ficción que es a un tiempo precuela y secuela del ya clásico film neonoir lo habrá escrito la autora cofirmante Meg Gardiner a partir de un tratamiento original del director. O a lo mejor no, y soy un malpensado. Sea como sea, y la haya escrito quien la haya escrito, la novela nos concede el gusto de reencontrarnos con Neil McCauley y Vincent Hanna, los personajes que en su día encarnaron Robert De Niro y Al Pacino en la gran pantalla, así como al Chris Shiherlis al que dio vida Val Kilmer en el mejor momento de su carrera; además de servir a la vez como un primer empujón para que la esperada Heat 2, la película, acabe siendo por fin una realidad... seguramente con el omnipresente Adam Driver retomando el personaje de De Niro en sus años de juventud y volviendo así a trabajar con el creador de Corrupción en Miami después de Ferrari. Eso sí: a poder ser, a ver si en esta ocasión no salgo del cine decepcionado.
Pobres criaturas y Ferrari se proyectan en cines de toda España; Pobres criaturas y Heat 2 (1988-2000) están editados por Walden y HarperCollins respectivamente.