Apaga y vámonos

¿Podemos seguir?

Una vez superado el democrático orgasmo españolista en Galicia y el País Vasco, defenestrados Touriño, sus reformas, su Audi a lo Obama y el yate de Quintana, cariacontecido Ibarreche, hundido Madrazo, dimitido Bermejo –cazador cazado– e infartado Garzón, y sin más cortinas de humo que echarnos al cazo, ¿podemos hablar ya de la trama corrupta que envuelve al PP o nos vamos a inventar otra chorrada para escurrir el marrón?
Haciendo memoria, recordaremos que fue a partir de 1991, con el escándalo de Juan Guerra, pero muy especialmente en 1993 –la anterior crisis económica estaba en todo lo suyo–, cuando comenzó a venirse abajo el Felipismo y se resquebrajó la hegemonía de un PSOE hasta entonces intocable, y es que la situación económica nos dejó hasta sin alfombra, encontrándonos debajo con esa coletilla en forma de mierda a la que tanto rendimiento le ha sacado el Partido Popular durante años: Filesa, Fondos Reservados, GAL, Mariano Rubio, caso BOE, etc.

Cosas del mercado y el capitalismo, ahora estamos nuevamente en crisis, y van a hacer falta muchos Bermejos para que no nos demos cuenta de que otra alfombra ha sido levantada y las pelusillas han salido en estampida. Así las cosas, y sin más cacerías que denunciar, ha llegado ya la hora de preguntarse si la trama de corrupción relacionada con el Partido Popular consiste en la picaresca de unos cuantos golfos o si esa red estaba organizada para financiar ilegalmente al PP, pues aunque la Fiscalía no haya encontrado muchos indicios, hay unas cuantas evidencias que no dejan en muy buen lugar a algunos gestores. Véase si no.

Desde el momento en que estallaron los escándalos de las tramas de espías y de las adjudicaciones irregulares que recibían las empresas de Francisco Correa, la dirección del Partido Popular ha intentado convencernos de que El Bigotes y compañía fueron apartados de Génova en 2004 porque no eran trigo limpio. Pero no cuela. Desde marzo de 2004 el PP está en la oposición, de modo que lo que se hizo fue “apartar” a Correa y sus secuaces hacia territorios en los que el PP sí manejaba poder y grandes presupuestos: Madrid, la Comunidad Valenciana y numerosos ayuntamientos, donde no han dejado de ser contratados hasta hace cuatro días.

Ya ha habido detenidos, han sido sacrificados alcaldes y altos cargos –el Consejero de Deportes de Madrid, por ejemplo– y las evidencias apuntan muy alto, con conversaciones grabadas que señalan a Francisco Camps –que llamó hasta 8 veces a su “sastre” sin saber que éste estaba siendo interrogado por Garzón y que el teléfono estaba intervenido por la Policía– como receptor de regalos de los corruptores, con prebendas y viajes pagados a la Guardia Pretoriana de Esperanza Aguirre, con mansiones y coches que nadie sabe quién ha pagado y con el segundo mandamás del Poder Judicial, ex-Conseller de Camps para más señas, sorprendido en una reunión secreta con su ex-jefe en medio de todo el meollo, y eso que habíamos quedado en que está muuuy feo que políticos y jueces compadreen de esa manera, ¿no?

Ignoro hasta dónde puede llegar el caso y quién ha puesto el cazo, pero nadie me va a negar que en los últimos años se ha forrado mucho politicastro en España, y que por recalificar, alguno habría recalificado hasta a su madre. Y también creo que ha llegado la hora de la limpieza, de levantar la alfombra y acabar de una vez con todos esos sinvergüenzas, se llamen como se llamen, sean del partido que sean y tengan el respaldo que tengan.

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