Podio
No me canso de oírlo: "Villena" y... "Villena" y... "Villena". Siempre suena Villena. Reconozco que puedo pecar de chauvinismo porque no me canso de oírlo. Y no quisiera caer en la patriotería barata, pero reconozco que siento orgullo y un "no sé qué" cuando fuera de Villena escucho el nombre de Villena. Y así sucede mucho cuando algunos paisanos atletas ocupan el podio para recibir sus trofeos. No es la primera vez que los veo triunfar. Y no es la primera vez que me pregunto, cuando los veo recoger sus medallas, por qué pertenecen a un club de otra población. No he querido preguntar sobre la cosa por temor a echar sal sobre alguna herida. Al cabo, y en verdad, lo que menos importa para estos deportistas es el club en el que están. Lo importante es que corran como corren. Y lo dicho: no vamos a pecar de patriotería barata. Pero el que estos deportistas villenenses tan brillantes estén adscritos a un club forastero azuza la curiosidad.
Por afición de mis hijas acudimos con frecuencia a algunas competiciones y no son pocas en las que los triunfadores, tanto en categoría masculina y femenina, son de Villena; pero la camiseta que llevan y sudan para ganar les vincula a otra población. La población que les acuna y acoge como buenos deportistas. La que les mima en su inquietud. Son deportistas jóvenes, muy jóvenes, que ya llevan el buen veneno del esfuerzo, el dominio de la concentración en lo que se ha de hacer y, también, la sabiduría que exige la dosificación de ese poder y de esa fuerza que se sienten pero que han de administrarse con inteligencia, con conciencia, con mucha frialdad. Son deportistas muy jóvenes pero que ya van dominando todo lo que dicen que hay que dominar en las carreras. Eso que dicen que sólo se aprende desde la experiencia solitaria del corredor. Eso que curte para aceptar con la misma nobleza la dulce miel de la victoria como la amarga hiel de la derrota.
Muchas son pues las lecciones positivas que el atletismo enseña a un joven. A saber: la lección de la constancia, la del esfuerzo, la del autocontrol, la de la vida sana, la de la nobleza... Precisamente lecciones con valores que se alejan de la vida muelle de la sociedad frívola que hoy se nos ofrece tentadora. Sociedad idiota y llena de dificultades para ser persona. ¡Cuánto nos duele a los que por profesión estamos día a día en contacto con los jóvenes el verlos lelos! Como sin sangre que decían mis abuelos. Y algunos con las manos romas, inútiles para el trabajo. Y como esperando que todo sea jauja. Maleducados en el vivir liviano. Frente a esto, por ejemplo, el atletismo. Que exige mucho esfuerzo. También, claro está, otros deportes. O actividades culturales como la pintura, la escultura, el teatro, la música... O actividades sociales, como la participación en centros juveniles. Pero hoy hemos venido a hablar del atletismo que es actividad donde triunfan jóvenes de mi pueblo. Y no sé si se les mima todo lo que se les debiera mimar. Porque ya no nos importa el que ganen o no ganen sino, sobre todo y por lo visto alrededor, el que se formen como hombres y mujeres de futuro con las mimbres que proporciona el arrojo en la carrera.
Posiblemente, en próximas competiciones, vuelva a coincidir con mis paisanos. Me alegrará el verles porque, venzan o no venzan, ya me han enseñado ellos que hay muchas formas de hacer ciudad. Por ejemplo, corriendo y mirando con tenacidad hacia el horizonte.