Vida de perros

Política cultural (y 4 y última)

Terminaré –antes por no cansar que por cansancio–. Escuché durante el pasado Pleno al concejal de Cultura Francisco Abellán responder acerca de la situación actual de nuestra Casa de Cultura (sobre la ausencia de dirección de ésta). Dejó claro que la actividad de la Kakv no iba a mermar.
Me quedó claro porque entiendo el idioma, no porque escuchara argumentos que me convencieran. Declarar que ninguna de las actividades a corto plazo corre peligro no es ningún aval para la ciudad (véase Política cultural y 3). Como tampoco lo es la solución de ofrecer el puesto con carácter de interinidad en un futuro indefinido. Pero antes de pensar que no se piensa (hacer nada), intento adivinar las soluciones que se deben estar barajando.

Una. La Kakv cuenta con una calendarización de actividades que se desarrollan año tras año con un mínimo de variación. Música, teatro, fotografía, cine, etc., aparecen con cierta ecuanimidad en el programa bimestral. También las fiestas de los barrios, o los festivales y actividades estacionales se repiten de forma puntual. Así que puede que Una de las opciones sea dejar que todo siga su curso gobernado por la agenda anual. El problema que nos encontramos en esta opción es el de la selección del “qué” –puesto que ya contamos con el “cuándo” y el “dónde”–: ¿qué se programa, quién lo decide y por qué? No es el único problema que plantea esta elección, hay otros como el inmovilismo al que obliga.

Dos. Separar las funciones de dirección de la Kakv. Pongamos que el personal de la Casa se ocupa de trámites, organización y labores necesarias para el desarrollo de cada actividad (además del mantenimiento diario de la Casa), y alguien externo se dedica a la contratación de productos. De este modo se disociarían las labores terrenales de las divinas. El riesgo que correríamos es bastante común: que lo divino, en su desconocimiento de lo humano, termine por exceder los recursos (humanos, materiales, espaciales y temporales) de los que se disponen.

Tres. Cubrir la dirección de la Kakv para salir del paso. Ofrecer el puesto de trabajo en estos tiempos difíciles sabiendo que siempre se podrá contar con alguien demasiado iluso, demasiado ajeno, demasiado ambicioso o demasiado inconsciente, alguien que ignore que deberá lidiar entre lo establecido y lo proyectable (sin perder la visión de la temporalidad de su puesto). Alguien que si Villena tiene suerte comprenderá que su trabajo no entiende de fechas ni horarios.

Cuatro. Dejar pasar el tiempo. Dejar morir el proyecto de la Kakv. Teniendo en mente el (posible) traslado del Conservatorio y la (necesaria) remodelación de la Biblioteca, suponemos que la Kakv resultará un espacio demasiado indefinido como para poder hoy pensar en su futuro.

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