Políticamente correcto pero desaconsejable
De hace un tiempo a esta parte estamos acostumbrándonos a ciertas conductas y gestos, en el mundo político, que hieren la sensibilidad de la cordura. A menudo se olvida la cortesía más elemental y se idolatra el hábito desdeñoso, se enaltecen las malas artes, se vanagloria la excentricidad y se jacta de cualquier bravuconada. Lo peor es que, y ocurre tan a menudo, nos inmunizamos y hasta asumimos como natural tanto circo en el escenario político. Porque lo políticamente correcto puede ser jurídicamente legal, pero desaconsejable cuando adquiere hábitos tan escandalosamente cotidianos.
Descortés gesto resulta, y desacreditado, que cualquier mayoría absoluta, ya se encuentre en ámbito nacional, autonómico o municipal, ningunee a la oposición dejándoles huérfanos de cualquier órgano de representación. Hay casos, como en Villena hasta hace bien poco, en que la oposición ni siquiera era una comparsa secundaria, quedando la mayoría como actores principales y únicos que escenificaban un autoritario monólogo. Sería deseable dar un mayor protagonismo a los contrarios, levantarles el embargo de pan y agua y considerarles parte de la función, con la dignidad que merece el poder del sufragio. Invitarles al juego aunque decida el más fuerte.
Inadecuado supone no consensuar la mayoría, siempre que pueda, los asuntos importantes con la oposición. Sería un gesto noble y agradecido que se pactaran las cosas, que se invitara a los otros al debate y a las propuestas, que se analizaran las distintas alternativas y se sometieran al mejor juicio. No me digan que actuar así no es buen asunto. Ocurre que no se hace porque queda como feo y altera normas convencionales. Pero invitar al consenso y a la participación debería ser práctica saludable. Si se acierta se honran todos, si se yerra fallan todos. No habría así presuntos sospechosos y el que valientemente rehúse, allá él.
Mal gesto el de Aznar al hacer la peineta a quienes les abucheaban en Oviedo. Si las cosas se aprenden por imitación las masas que lo admiran quedaron confundidas. Sus elegantes maneras y su buen vestir quedan en entredicho cuando la ira se le escapa por la punta del dedo. De igual modo es reprochable el Rey con el por qué no te callas dirigido a Chaves. Más decoroso sería haga el favor de moderar sus palabras por la salud de la reunión. Porque los gestos y las palabras, aun pudiendo estar justificadas, se desacreditan por sí solas al ponerse en el mismo nivel que a quien se reprende y llama la atención.
Deshonesto Juan Cotino cuando miente como un bellaco sobre basuras de Villena en nuestra propia casa. Trolear en la lejanía está mal, pero engañar en nuestra ciudad sobre las cosas que nos preocupan es tratarnos de tontos y estúpidos. El Vicepresidente del Gobierno Valenciano dijo que era la oposición quien afirmaba que traían basuras fuera de nuestra zona. Y no es la oposición la embustera sino usted, y los que le siguen a pie puntillas. Así le desmiente su propia Consellería, el ayuntamiento de Peñíscola y el de otros municipios más allá de los límites establecidos. Personajes así, que no les importa mentir y se ríen de ello, deberían estar prohibidos y defenestrados.
Y no es de recibo que se ponga la mano en el fuego, como defensa, a sospechosos inculpados. Así se quemó, y pagó purgatorio por ello, Felipe González con el Gal, sus Fondos Reservados y el ladrón Roldán. Así pueden quemarse también Camps y Aguirre con la trama corrupta de Gürtel. Defender a mafiosos es legitimar el hampa, aunque luego digan que no conocían ni los hechos ni a los personajes. Tampoco es inteligente prohibir una mesa informativa a Los Verdes cuando han ocupado todo un polideportivo para una cena particular. Y menos convincente que se quiera mantener la misma representatividad con la mitad del doble. Si no se actúa con coherencia los errores se pagan, y a precios muy altos.