Vida de perros

Presupuestos

Venía escuchando durante toda la semana el anuncio de presentación de los Presupuestos Municipales 2013. Prácticamente la noticia estrella tras la puesta en marcha de la mediática Estación AV. Desgraciadamente ambas noticias han sido salpicadas por una continuada e inusual aparición de incendios, precisamente a las puertas de la temporada donde resultan más peligrosos.
Preocupan más todavía porque se comienza a hablar de intencionalidad, lo que podría suponer la intervención de alguna persona aquejada de la correspondiente patología. De ser así, y dado el número de incidentes sufridos, no creo que nuestros cuerpos de seguridad tarden en resolver esta delicada situación. Por la parte que nos toca a cada cual, queridas personas, ya debemos saber qué precauciones adoptar: colillas, vidrios, basuras, etc.

En cuanto a los Presupuestos, bueno, nada queda más lejos de mi intención que el ofrecerles alguna especie de análisis. Necesitaría mucho más tiempo que el transcurrido desde el viernes, además de la ayuda de unas cuantas mentes instruidas, capaces de explicar con sencillez todos aquellos aspectos que resultan tan jeroglíficos para las miradas incautas. Quizás por ahí anduvieran algunos de los motivos que restaron audiencia a la presentación pública de nuestros Presupuestos, que se programó con casi una semana de antelación al Pleno del día 27. Si no llenamos el salón de la Casa de la Cultura no fue solamente por falta de interés, que siempre ha habido (más si nos enfrentamos a la exposición de unas cifras que in situ y a voz de pronto somos incapaces de valorar). También por la incertidumbre sobre el significado de nuestra presencia en la sala. Motivos que no impiden que una vez descargados los archivos nos dediquemos a observar y contrastar ciertas partidas presupuestarias con sus antecesoras; pero que bastan para volver a preguntarnos por el significado de nuestra presencia en dicha cita donde tal vez se nos ofrecerían razones y justificaciones sobre estrategias de las que apenas sabemos nada.

El problema, imagino, viene a veces dado por la definición de objetivos, proyectos, cosas. Si fuéramos a comer al campo el próximo domingo discutiríamos si hacer gazpacho o paella, carne o pescado, en la montaña o en la playa. Y si fuéramos a comer el próximo domingo, una vez determinado grosso modo el menú y fijado el gasto, dejaríamos que quienes toman la responsabilidad de organizarlo funcionaran bajo su criterio (mientras ofrecemos nuestra colaboración). No creo entonces –aunque siempre hay quien– que deba terciarse la pormenorización del avituallamiento. De igual modo, con el trabajo hecho, tampoco me veo yo asistiendo a una exposición de cuentas, aunque allí se subrayen ciertas particularidades, si con la suficiente brevedad puedo tener delante una versión resumida donde leer, reflexionar y releer los planteamientos de nuestro concejal de Hacienda: “presupuestos singulares”, “situación interesante”, “gasto inteligente”, “techo de gasto”, “partidas simbólicas”. Aún así, no me parece más aclaratoria la opción de la exposición pública de los presupuestos si al final no sabemos qué comeremos el próximo domingo.

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