Vida de perros

Primavera Valenciana

Pero por supuesto, queridas personas, por supuesto que lo que menos me importa es si ustedes son del Partido Socialista o del Partido Popular. No deberían darse tanta importancia en cualquiera de los casos si de lo que se trata es de hablar con sensatez de lo que se ha llamado Primavera Valenciana, tomando el nombre de lo que el pasado 2011 se llamó Primavera Árabe, Árabe a secas, como se llamaría Americana o Europea, y no Egipcia, Danesa o Panameña. Primavera porque es la estación donde empezó todo, y primavera porque es el momento en que nacen las flores, en que la vegetación despierta tras el invierno.
Pero tan primaveral como para el regreso del color y el calor, como para el regreso de las alergias y las hormigas. Que las revoluciones no son una cosa de un día para otro lo debimos aprender en los libros de historia. Y quizás en ese sentido lo de Primavera Valenciana se quedará grande. Porque si bien es cierto que en nuestra Comunidad Autónoma los hechos se vienen sucediendo de tal forma que parece no haber otra solución que la revolucionaria, también es cierto que nuestra autonomía es una parte de España y que no es posible una insurrección parcelaria. Quizás entonces el sentido de esta manifestación de nuestra indignación –rabieta para otras opiniones– sea una llamada de atención hacia las autoridades centrales (qué mal suena esto, más para quien pretende una República Federal).

Nuestra pequeña Primavera Valenciana, nuestro Mayo del 68, es una mecha que prende en un pequeño instituto de enseñanza secundaria que, como otros, como el de Villena por ejemplo, sale a la calle a manifestar su malestar por la precariedad de su situación. La ausencia de calefacción, por ejemplo, debida al adeudamiento de la Generalitat, sumada a la indignación por los recortes en Educación, más la indefensión contra un futuro donde los bancos a los que inyectamos millones de euros no conceden créditos, donde las posibilidades laborales son ridículas, donde los sueldos y la inseguridad laboral son patentes…; son factores suficientes para hacer salir a alumnos y alumnas a la calle en el IES Luis Vives, como en otros, pero con una importante diferencia: que una ocasional –o premeditada, quién sabe– brigada de policía antidisturbios decide –o recibe órdenes, quién sabe– de disolver al público congregado… Y ahí es donde sorprenden los acontecimientos, donde uno recuerda esas escenas de películas en que un policía durante una prueba de selección atraviesa un escenario con un arma y debe disparar a unas figuras de cartón que asoman por puertas y ventanas. Debe disparar a “los malos”, pero debe contenerse cuando aparece el niño o la mujer con su bebé.

¿Saben de qué les hablo? Si lo saben me entenderán cuando les diga que nuestros antidisturbios parecen no haber aprobado ese ejercicio. Y me entenderán cuando les diga que creo que tal actuación policial sólo ha recogido desprecio, miedo y desconfianza hacia nuestras fuerzas de seguridad por parte de nuestras generaciones futuras.

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