Me presento. Soy el planeta Tierra y tengo un problema: mis enemigos no saben que lo son, con el agravante de que, además, me tratan con desprecio desde su ignorancia y soberbia, conceptos estos que suelen ir siempre muy juntos.
Soy la única casa de todos los seres vivos. En mí, han nacido generaciones de cualquier especie animal y vegetal cuyos orígenes se pierden en miles de años atrás; en mí, han desarrollado todas sus potencialidades propias y sigo siendo la protectora de sus cuerpos una vez que han fallecido.
Llevo proporcionando recursos desde tiempos inmemoriales: oxígeno, agua, alimentos y cobijo a cambio de nada; no pido ni exijo dinero porque ignoro qué es eso. Pero debo ser sincera porque sí demando algo como contrapartida: agradecimiento. Nada más.
Hay una especie que no es agradecida. Me humilla, viola y degrada diariamente. No tiene en cuenta todo lo que le estoy proporcionando; no valora mis aportaciones no lucrativas con la que respira, crece, se alimenta, manufactura productos y, con ellos, consigue enormes beneficios. No me mira con respeto; su agradecimiento se fundamenta en creer que está por encima de mí. Tal es la soberbia de la especie humana.
Esta especie vive en amplísimos espacios urbanos con miles de kilómetros de capa asfáltica que actúan negativamente en las noches de verano; con total normalidad y falta de remilgos, tira al suelo sus desperdicios y esto lo hace tanto en las calles como en las –cada vez menos- zonas boscosas cercanas a sus ciudades. Ha creado un sistema económico que contamina aire, aguas y suelos, es decir, mis recursos, sin que al parecer tenga conciencia de que son también suyos, por lo que se está haciendo daño a sí misma.
Se considera la especie viva por excelencia. De hecho, desde su altanera soberbia se autodenomina “Sapiens Sapiens”. Temo a esta especie; no por mí, sino por el resto de seres vivos que está sufriendo excesivamente las consecuencias de sus actos.
No albergo muchas esperanzas en la especie humana; en realidad, la compadezco porque su ignorancia le impide saber que está yendo hacia la autodestrucción. Tengo tiempo, mucho tiempo e infinita paciencia, lo que me supone ir observando este proceso de auto extinción con calma. Y cuando llegue el momento, no se la echará en falta.
Así y todo, reconozco que hay seres humanos que quieren agradecer todo lo que les proporciono, tal y como hacen otras especies vivas; de hecho, el pasado sábado, una mujer y un hombre decidieron acercarse a uno de los montes cercanos a la ciudad de Villena e invertir parte de su tiempo a limpiarlo, recogiendo todos los desperdicios que otros humanos habían tirado. La fotografía que acompaña este texto es elocuente de lo recogido en poco más una hora.
Por: Fernando Ríos Soler