Apaga y vámonos

Psicofonías off the record

Si las paredes de nuestro ayuntamiento hablaran, más de uno se iba a echar a temblar. Más que nada porque, en no pocas ocasiones, lo que se dice con un micrófono delante es lo contrario de lo que se dice sin él. Y digo esto porque hace poco se escucharon en la Casa unas voces sorprendentes.
El término psicofonía viene a designar, según la Real Academia, a la grabación de sonidos atribuidos a espíritus (o fantasmas, y esto lo añado yo, pero es que me viene al caso) del más allá (que puede ser el Nirvana o Alicante, a saber). Y van a poder acusarme ustedes de contradecirme, porque un comentario off the record es precisamente lo contrario: aquello que se dice fuera de micro, a modo de observación informal o confidencia amigable o interesada, que con los señores políticos nunca se sabe. Pero el caso es que, por su contenido, son precisamente los comentarios off the record los que más grabados deben quedar, al menos en las mentes de quienes nos dedicamos a incordiar desde emisoras y columnas.

Quedan grabados sobre todo cuando se tocan ciertas teclas o, para ser más concretos, ciertos temas que nos traen de cráneo a todos los paisanos durante los últimos meses, por no decir años. Sirva la polémica de la plaza de toros como ejemplo: De ejercer de parapsicólogos y dejar preparadas algunas grabadoras en cierta zona del ayuntamiento –aquella en la que tienen sus cuchitriles (vergonzosos cubículos, por cierto) los partidos de la oposición– para recoger los sonidos de la noche y los lamentos de los políticos que deambulan cual Santa Compaña para expiar las culpas de sus errores pasados, nos íbamos a quedar de piedra. Ríanse ustedes del búho aquél del castillo que tanto nos asustó (los fantasmas de los muertos entre sus muros, llegó a decirse) y que, una vez más, nos hizo quedar en ridículo ante los ojos del mundo civilizado.

En fin. Después de semejante rollo patatero-esotérico, cuya única justificación es la necesidad de rellenar una semana más el folio para llegar hasta aquí el viernes con las 600 palabras de rigor escritas (lo cual cuesta un mundo a veces, señora), vamos al grano:

El otro día una persona directamente relacionada con uno de los dos partidos políticos de la oposición me dijo, así como el que no quiere la cosa, que restaurar y mantener la plaza de toros con dinero público era “una locura”. ¿Se imaginan cómo me quedé? Imagino que como muchos de ustedes ahora. Aún aturdido por el shock pregunté: ¿Y por qué defienden ustedes lo contrario? La respuesta fue, si cabe, más fuerte: “La política es así”.

¿Qué quiso decir con eso? Pues sinceramente, no lo sé. Pero sí sé lo que entendí yo: dando por hecho que el proyecto del centro de ocio de la plaza de toros va a salir adelante, más que nada porque cuenta con el apoyo del equipo de gobierno y de muchos miles de votos, quizá alguien ha pensado que políticamente sea más rentable oponerse. El centro se hará igual, pero erigiéndose en defensores de un patrimonio que en honor a la verdad jamás han sabido proteger, habrán ganado los votos de todas las personas que se oponen a la construcción del centro, y a la vista está que no son pocas.

¿Comprenden ahora a qué se debe que no tuviera palabras para llenar esta columna? Porque lo cierto y verdad es que sí tenía muchas, tal vez demasiadas. Pero a veces es mejor morderse la lengua, porque ciertas palabras te pueden llevar a la cárcel o (si eres creyente) al infierno.

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