Apaga y vámonos

Puñaladas traperas

Seguro que algunos de ustedes recuerdan una carta publicada en EPDV hace unas semanas en la que un profesor –Francisco Navarro– armado de humor denunciaba ciertos comportamientos al parecer habituales entre los jóvenes de hoy, rogando en sus últimas líneas no espicharla a golpe de móvil con cámara. A mí me gustó mucho ese texto, pero lo cierto es que al parecer no todo el mundo pensó igual, hasta el punto que un buen amigo, entre cañas y chopitos y sin orujo a la vista, me decía que no se podía generalizar, que hay buenos chavales, que no todos son iguales… y que no te van a pegar tres navajazos así como así cualquier viernes por la noche, por ejemplo. Hasta que te los pegan.
No voy a ser yo quien aproveche este espacio para pontificar sobre las causas y las soluciones a la espiral de violencia juvenil que nos asola, pero sí quiero romper una lanza a favor de todos los Francisco Navarro que pululan por ahí y tienen muy claro que la cosa está muy mal y además va a ir a peor. Al fin y al cabo, y aunque ahora nos queramos rasgar las vestiduras por el suceso del viernes, los principales afectados por esta situación tienen las cosas muy claras: basta bucear un poquito en la red para saber, por ejemplo, que un 80% de los encuestados en 534 institutos públicos españoles (alumnos y profesores) se mostraron preocupados por la indisciplina y la falta de respeto en los centros escolares, afirmando el 60% que habían sido testigos de agresiones entre alumnos.

Ahora, como cada vez que sucede algo así, no faltarán expertos que dirán que estos comportamientos se deben a la influencia de la industria del entretenimiento –cine, TV, cómics, internet…– por su trivialización de la violencia, a la sociedad consumista que nos ampara, a la naturaleza del ser humano, a la pérdida de valores o la influencia de los rayos uva por culpa del agujero de la capa de ozono… Y no se hablará de otra cosa en bares y tiendas, y nos olvidaremos de los sellos y el timo de la estampita, los accidentes junto a las vías del tren o el saqueo de nuestros acuíferos, y también de los navajazos del viernes, porque mañana o pasado volverá a suceder cualquier cosa que nos hará olvidar el resto, y más a partir de ahora y durante los próximos meses, porque la cuenta atrás para y lo pasao, pasao ya ha comenzado y el olor a pólvora y a alábega nos embriagará a todos cuantos habitamos en ese marco incomparable que es Villena, como el pasado viernes, cuando para celebrar que llegaba un muñeco de cartón nos dejaron a decenas de conductores encerrados sin salida en un atasco para permitir que el boato de no sé quién –al parece un invento que tiene cuatro días– se diera el gustazo de desfilar por la Corredera un día laborable a la hora a la que todo el mundo sale del trabajo.

Aparte del jodido boato, ignoro de quién fue la culpa: si de la Policía por no actuar con la diligencia oportuna o, tal y como me aseguró un agente, de algún conductor cafre que quitó una valla y nos hizo caer en la trampa al resto. Pero lo cierto es que, estando ahí encerrado, me entraron unas ganas tremendas de emprenderla a golpes con el primero que pasara y me tocara las narices en esos momentos. Quién sabe. Puestos a frivolizar, no puedo dejar de pensar que quizá el agresor del otro día se comiera el mismo absurdo atasco que yo.

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