Punto final
Si unos recuerdos nos satisfacen y nos hacen felices, otros nos hieren
Se acaba el año y ponemos punto final a esta sección Bien estamos, estamos que nos ha ocupado, cumpliendo los sesenta, durante 2023. En ella, como hace diez años en ¿Cómo están ustedes? el principal motivo ha sido recordar. Y como en La sonrisa etrusca, novela de José Luis Sampedro, recordando hemos saboreado el pasado.
Otra vez La sonrisa etrusca; sirviéndonos ahora para reflexionar en torno a la evocación. Porque en la novela, la memoria, ejercitándola y contándola, se nos presenta como un torrente que lleva a la nostalgia y a la liberación, pero también, tropezando con alguna roca, se convierte en aguas represadas. Y las aguas estancadas, ya por miedo, ya por pudor, se pudren y hieden. Huelen y duelen. Descubres las razones del atasco, pero no tienes el valor de retirar esas brozas y tarquines, o de dinamitar los pedruscos que obstaculizan su curso. Y son silencios.
Mariano Ozores, evítese cualquier frivolidad que pueda provocarnos conocer su carácter, en su recomendable libro Respetable público. Cómo hice casi cien películas advierte que "escribir algo parecido a una autobiografía (…) supone un tremendo ejercicio de memoria por el que se van amontonando multitud de recuerdos a veces agradables –con lo que el esfuerzo resulta gratificante– y en ocasiones tristes, por lo que se produce una sensación deprimente, ya que momentos y episodios que el tiempo ha borrado compasivamente del cerebro, reaparecen haciendo un tremendo daño y dejando al que escribe con la impresión de que quizá no debería haber empezado a recordar". Ahí el riesgo.
Por otro lado nuestro amigo José Luis Zerón Huguet, poeta oriolano, en A salto de mata, su primer libro en prosa y en gran parte autobiográfico por tratarse de fragmentos de su diario entre 2008 y 2016, consciente de y resignado ante el olvido y la fugacidad de las cosas –antes ha escrito: "Hay un torrente de acontecimientos que se precipitan hacia el vertedero del tiempo pasado, hacia la sima del olvido."– nos invita a "vivir el mundo con los cinco sentidos", sacando máximo provecho a lo presente.
Sin desestimar la recomendación del amigo poeta, invitándonos a educar y exprimir la mirada viviendo; nosotros, deseando y necesitando recordar, nos hemos convertido en un trapero que hurga en el vertedero del tiempo pasado. Por necesidad. Y sí, en el ejercicio de recordar, los hechos se confunden, se entrelazan, se anudan. Porque por un lado la memoria se esfuerza en recordar para traer o intentar traer con la mayor nitidez posible el pasado. Nuestra formación/deformación como historiador exige rigor a nuestra memoria. Le exige que no mienta ni esconda. Pero ciertamente la sima del olvido es profunda y cuesta llegar a los posos.
Otras veces, no obstante, un acontecimiento del presente reactiva experiencias o hechos del pasado, condicionando el derrotero del recuerdo. Y si unos recuerdos nos satisfacen y nos hacen felices, otros nos hieren. Si los gratos conducen a la añoranza, los ingratos laceran. Y ahí el presente, también fugaz; e incluso falso por aquello de que hace un instante era futuro y por ende no era y tampoco es porque instantáneamente se convierte en pasado. Nuestro Patronio, en Contemplación de la sorpresa, aludiendo a un gran sabio expresó algo parecido; y creo que con más claridad: "el presente no existe porque el ahora, que ya es pasado, hace un instante era futuro, esto es, el hoy nunca será hoy porque sólo fue mañana para instantáneamente ser ayer".
Y ya toca despedirse con un adiós que sí que estaba escrito. Y ya saben, si mañana nos preguntan "cómo están ustedes", responderemos que "bien estamos, estamos". Así sea.