Apaga y vámonos

Que la dinamiten

La demagogia de algunos no conoce límites, señora. Y en realidad no hablamos sólo de demagogia, sino que asistimos también a una auténtica batería de manipulaciones, mentiras, amenazas e insultos proferida por ciertas “personas” que no son capaces de admitir otro “pensamiento” que el suyo propio.
Para estos auténticos demócratas, “liberales” de postín y apóstoles de la libertad, quienes no queremos que se gaste un euro público en la rehabilitación de la ruinosa plaza de toros de Villena nos convertimos automáticamente en terroristas del patrimonio y villeneros de sangre impura a los que lo único que nos mueve es decirle “Sí bwana” a José Ayelo y el resto del tripartito. Pero si lo que pretenden es callarme, lo llevan claro. Lo tengo dicho en público y en privado, por activa y por pasiva, pero hoy lo voy a repetir por enésima vez: si de mí dependiera, la plaza de toros estaría demolida hace años. ¿Pasa algo?

Tengo 30 años, y no me siento en absoluto responsable del lamentable estado de abandono que la plaza ha adquirido durante los últimos 25: si hay que buscar culpables será, obviamente, en generaciones anteriores a la mía. Para mí, ese edificio no es más que un monumento a la desidia de las sucesivas Corporaciones que han gobernado Villena (es decir, a la desidia de todo un pueblo) que se ha convertido en un obstáculo alrededor del cual llevamos 10 años discutiendo sin sacar nada en claro. Si prefiero el centro de ocio a la rehabilitación integral es por un motivo bien sencillo: mientras la segunda opción nos cuesta una pasta a los ciudadanos (que no sólo habrá que reconstruir la plaza, sino mantenerla luego y dotarla de contenidos…), la primera no nos cuesta nada. Y a aquellos que digan que nos cuesta el subsuelo o los corrales les diría que saquen cuentas: si la inversión prevista es de 32 millones de euros, los corrales valen 3 kilos y el subsuelo otro tanto (por decir algo), Villena tiene un saldo positivo a su favor de 26 millones de euros, más de 4.000 millones de pesetas que nos ahorramos los ciudadanos y sirven para poner en valor el edificio y construir un parking.

En cualquier caso, insisto: me quedo con el centro de ocio como un mal menor, ya que la cerrazón y la impermeabilidad de gobierno y oposición nos han obligado a optar entre dos únicas alternativas mutilando así el resto de posibilidades. Porque yo, repito, dinamitaría la puñetera plaza y la haría saltar por los aires de una vez por todas. Y además le regalaría el solar a una empresa constructora. Como lo oyen. Regalado. Y con lazo si hace falta. A cambio, eso sí, le obligaría a construirme gratis una plaza de toros plurifuncional y moderna en los terrenos municipales que hay a espaldas del geriátrico, en la zona de la carretera de Caudete. Y como aún así saldría ganando el constructor, le daría el Pabellón Festero para que me construyera ahí, también gratis, una piscina cubierta municipal. Y si sigue sobrando dinero, que a lo mejor sí, pues asumiría parte del coste del Hotel de Asociaciones, o del Vial de las Cruces, o de la rehabilitación del casco histórico o de la Biblia en pasta… Y así, ese edificio construido con tanto esfuerzo por nuestros abuelos y echado a perder por nuestros padres, daría un último y gran servicio a nuestros hijos y nietos, facilitando con su desaparición la aparición de nuevas y modernas infraestructuras mucho más necesarias en estos momentos que una plaza de toros que, durante los últimos años, no ha generado más que enfrentamientos entre vecinos y riesgos de derrumbe.

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