Que se instale el sentido común
A punto de suspirar un año agónico y esperando al venidero, que sigue prometiendo sobresaltos y resoplidos, el titular de la columna es mi deseo navideño para 2013. En esta espiral concéntrica que forman los calendarios, donde nacemos para morir, nada es más importante que el Sentido Común y, sin embargo, escasea tanto en todos los ámbitos que no aprendemos ni de los siglos pasados ni de los errores de la historia, improvisamos más que planificamos, frivolizamos con lo secundario olvidando los asuntos principales y atendemos más a los dígitos de los índices y porcentajes que a las personas de carne y hueso y con nombres y apellidos.
El final de mi adolescencia coincidió con la transición española, modélica por el esfuerzo común de reconstruir un país con códigos democráticos. Un empeño de todo el arco político, cediendo posturas y clichés en pro de una causa colectiva: la consolidación democrática y la elaboración y promulgación de una Constitución que amparaba a todos los españoles. Conocí todos los vicios y retahílas de nuestros dirigentes, desde el puedo prometer y prometo de Adolfo Suárez al y por consiguiente
de Felipe González; desde España va bien de José María Aznar al España tiene una solidez financiera y resistirá a la desaceleración económica de Rodríguez Zapatero; y últimamente al no utilizaré la herencia recibida como excusa o subir el IVA sería monstruoso de Mariano Rajoy.
Se crearon unas autonomías sin modificar la Ley Electoral, otorgando mayor poder del que tenían a los partidos nacionalistas porque garantizaban la gobernabilidad de los gobiernos en la Moncloa. Así las cosas todos nuestros presidentes nacionales han invocado al apoyo de PNV o Convergencia i Unió para tener mayorías en la Cámara Baja, ignorando que un día, tarde o temprano, tanta fidelidad les iba a pasar factura: la de las reivindicaciones independentistas. También unos y otros consolidaron un Estado de Bienestar que ahora, entre pitos y flautas de una crisis que la gente sencilla no ha generado, se va al traste. Asimismo hemos gozado de un Estado de Derecho que se tambalea también, no existiendo en la práctica separación de los poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
Hoy parece que se van al garete sistemas fundamentales como el educativo, el sanitario o el de la dependencia y bienestar social. Además, un pilar básico como la investigación, médica o científica, se desmantela, la tasa de paro se dispara, las pensiones no se revisan, los jóvenes tienen que emigrar, los cincuentones desempleados pierden sus prestaciones y la fuga de cerebros continua al alza, inversamente proporcional a la fuga de capitales a paraísos fiscales sin que nadie quiera evitarlo y bendecida con una Amnistía Fiscal. Para más inri la Banca y la Iglesia siguen siendo los mimados del desastre y continúan recibiendo ayudas y subvenciones.
Yo sólo pido Sentido Común para que las personas sean más importantes que los proyectos, que las mujeres, hombres, niños y ancianos tengan más protagonismo que los planes inmediatos y que los ciudadanos sean los actores principales desde el primero al último punto del Orden del Día de los Consejos de Ministros, que los enfermos y desvalidos sean prioridad, que los parados salgan de la desesperanza y los dineros acumulados de unos pocos vuelva a fluir para la confianza y el consumo. Sólo pido Sentido Común para que se destierre del diccionario la palabra desalojo o desahucio, para que la primera inversión pública lleve nombre de persona y en las estadísticas aparezcan listados de sentimientos más que números abstractos. Pido Sentido Común y que un día cualquiera los antidisturbios se sumen a los manifestados con claveles en las porras o que los culpables experimenten la vergüenza de la cárcel.
Mientras tanto, me pasaré por Quitapesares, el bar de Miche y Laura a espaldas del Centro de Salud II, que sé de buena tinta que además de riquísimas tapas tiene conversación de la buena y exquisito Sentido Común.