Fuego de virutas

Que viene el toro

En 1971, Vicente Prats Esquembre publicó en la revista "Villena" un artículo titulado "El toro en la Corredera". En él nos informaba de la costumbre de correr toros en la población durante las fiestas de septiembre. Esto si correrlos era apalearlos: "Es un casico estupendo / el toro en la Corredera, / porque es lucha de un berrendo / con cuatro ú cinco mil fieras" —publicaba "El Bordoño" (16.09.1906). Costumbre que ya no fue desde 1907 tras la campaña de algunos periódicos locales y las denuncias de colectivos obreros. Todo nos lo recuerda, bien documentado y con nuevos detalles, César López Hurtado en su libro "La fiesta de los toros en Villena. Orígenes y tradición".

El maltrato del animal en estos festejos no era inusual en España, Pío Baroja en "El mayorazgo de Labraz" relata: "Los mozos, señoritos y patanes, se ponían en las vallas, y al pasar el toro junto a ellos le hundían pinchos, le pegaban en el hocico, le saltaban un ojo, si podían, y al último, cuando echaban un toro viejo o una vaca, después de torearla, se echaban todos sobre ella, la sujetaban y le iban dando navajazos hasta convertirla en una piltrafa."

Además de criticar el maltrato, entre los argumentos que se dijeron en Villena contra los toros en la Corredera, también se dirá el caso del pánico desatado en una ocasión por un grito "¡Que viene el toro!" cuando se celebraba una Embajada festera, provocando un accidentado huir colectivo. José María Reyes –pseudónimo de José María Navarro López, interesante personaje que fuera director y colaborador en varios periódicos villenenses– sitúa la gamberrada hacia 1905, gamberrada que se alimentaba en lo posible porque en alguna ocasión se había escapado algún toro. Pero también, al parecer, la "broma" no era original y se había gastado en otras ocasiones. Por ejemplo hemos comprobado, levantada la liebre por datos que César López nos proporciona en su libro, que un "que viene el toro" sería la causa de la catástrofe de septiembre de 1883 al derrumbarse un tablado en la plaza de Santiago y provocar, que sepamos, cuatro víctimas mortales y muchos heridos. Sobre ello, azuzada nuestra curiosidad por López Hurtado, continuamos tirando del hilo y encontramos una noticia en "La Correspondencia de España" (09.09.1883) que informa que fue un "que viene el toro" lo que provocó el agolparse mucho personal en un tablado –unas cuatrocientas personas– y hundirse. La plaza de Santiago, como otras plazas urbanas de Villena, había sido utilizada para celebraciones taurinas a falta de una plaza de fábrica.

Y hablando de las plazas de fábrica, en el libro de César López, muy generoso también en otros datos sobre la historia local –como suele acostumbrar el autor en sus trabajos– se atiende con interés todo el proceso de recuperación reciente de la plaza villenense. Aquí, ya lo hemos dicho en otros ámbitos, el historiador abandona las armas de historiar y coge las de cronista, haciendo una labor notarial exhaustiva al atender hechos y declaraciones de la realidad recientemente vivida en la ciudad, realidad que, por crispada, nos parece calamitosa para Villena, realidad que ha proporcionado alguna cornada política para continuar ensañándose, por lo que sabemos, contra el bolsillo público. Cuando mi hermano Aureliano Buendía se imaginó aquella tragedia del joven C.P.E y su perro Chester a quienes la plaza se les caía encima quitándoles la vida, parecía aventurar un derrumbe de escombros de ladrillos neomudéjares sobre toda la ciudad.

Y ya no sé si López Hurtado, en su interesante libro, nos trae las grandezas del pasado y las miserias del presente. Aunque de todo hay antes y después.

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