El Diván de Juan José Torres

Refugiados: la hipocresía de los gobiernos

Se nos ponen los pelos de punta y se nos cae el alma al suelo cuando vemos las imágenes de seres humanos desaparecidos, tragados por el mar o exhaustos supervivientes en las costas italianas, griegas o españolas intentando alcanzar, más que un sueño, una tierra más segura. Es el drama de los refugiados, da igual la nacionalidad, que huyen del miedo, del hambre y del infierno. Se multiplican los esfuerzos de las ONG para aliviar y paliar tanto desastre mientras los gobiernos se miran unos a otros para ver quién de ellos mueve ficha primero, pero cuando quieran reaccionar ya será tarde.
Hace más de veinte años fui con mi pareja y mis hijas a un hotel de Benidorm para un fin de semana estival. Era nuestro primer estreno como turistas hoteleros gracias a una oferta. Nada más llegar dejamos los equipajes en la habitación y visitamos las instalaciones. Una vez nos presentamos en la piscina observamos cómo una niña estaba en apuros en el agua, siendo necesario reseñar que en aquella época no era obligatorio el servicio de socorrista. Miré a mi alrededor y los clientes estaban en sus hamacas con sus zumos, sus cócteles y sus gin tonic, bien bronceados y a la sombra.

Se miraban unos a otros con la traicionera sensación de que alguno de ellos daría el primer paso y se lanzaría a rescatar a la niña. Entretanto y mientras todos curioseaban la pequeña ya chapoteaba con dificultad y empezaba a tragar agua, por lo que tuve que desprenderme de mi cartera, calzado y llaves y tirarme a la piscina con pantalón y camisa para retirar a la cría. Tuve entonces una sensación de alivio pero al mismo tiempo un efecto de rabia, de coraje, de impotencia y de indignación, creyéndome haber sido el más tonto e ingenuo del lugar.

Esta misma percepción es la que tengo cuando veo tanto desastre y los gobiernos, esos mismos que se autoproclaman democráticos y civilizados en nuestro entorno, otean a otra parte porque existen la Cruz Roja o Médicos sin Fronteras que hacen, con limitados recursos, lo que los Estados se niegan a resolver. Ahora parece que la UE empieza a darse cuenta de la trágica situación y ya ha iniciado reuniones y contactos para diagnosticar el problema, asustado este club de socios por el elevado número de refugiados que llegan a Europa y a los que habrá que darles cobijo y alimentos. Una UE más preocupada hasta ahora de salvar sus PIB respectivos y en mejorar sus rendimientos económicos.

Las reproducciones televisivas de tanto espanto nos encogen el corazón, pero no dejan de ser nefastas consecuencias de una despiadada hipocresía de muchos gobiernos, pues donde no hay conflictos surgen los sabihondos de chaqueta y corbata para inventarlos, y donde hay recelos tribales aparecen los vendedores de armas, fabricadas en los países más ricos, utilizando a mercenarios intermediarios con el beneplácito de los países inmaculados que tienen que dar salida al armamento que producen, muchas veces experimental.

Ni siquiera la ONU está facultada moralmente para intervenir en conflictos bélicos, pues prevalece siempre la política de intereses particulares de los países más influyentes, ostentando cinco de ellos el privilegio del derecho de veto, prebenda manifiestamente antidemocrática y deshonesta, pues impera siempre el poder de estas potencias frente a resoluciones mayoritarias del resto de naciones, impidiendo así y en demasiadas ocasiones las soluciones pacíficas de muchos conflictos.

Dicen que es mejor enseñar a pescar que dar de comer pescado todos los días. Aplicado este dicho al problema de los refugiados siempre será mejor prevenir enfrentamientos que curar sus desenlaces. Por eso echo en falta unos organismos internacionales donde prime la solidaridad, el sentido común y la opinión por voto de las mayorías, hoy en día meras comparsas. Mientras esto no sea así las crueles imágenes serán más de lo mismo y el cuento de nunca acabar. Mientras los Gobiernos vendan armas al mejor postor sin intervenir en el origen de las disputas, las mareas de refugiados huyendo de las miserias nos sacarán las vergüenzas.

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