Vida de perros

Regreso de “vacaciones”

De modo que regresamos a Villena después de unos pocos días de trasiego costero con el depósito del Fiat pidiendo más gasoil a 1,495 euros. Le decimos que no, como al niño, que hoy ya ha tenido bastante, que mañana ya veremos. El Fiat refunfuña con un par de pitidos cortos y encendiendo una lucecilla en el cuadro de control, junto al dibujito de un surtidor de gasoil; si pudiera encontrar y dar alguna argumentación seguro que tendría que ver con que la comprobación de la presión de sus ruedas nos ha salido gratis (de modo que nos hemos ahorrado el euro que cobran en las estaciones de servicio Repsol).
Si yo tuviera que responderle diría que él no tiene la culpa –ni yo tampoco, por supuesto– pero que el precio de la gasolina se ha puesto por las nubes y que parece que a ninguna de las personas que elegimos para representarnos y defendernos parece importarles demasiado. De hecho nos han advertido de la subida de todos esos impuestos que no subirían (y parece que nos piden que demos gracias y que no nos ilusionemos demasiado respecto a otras posibles subidas), también nos informaron de la subida de la tarifa de luz que comienza este mismo mes –aunque no dijeron nada de la subida del tabaco, por ejemplo–. Pero no abren la boca respecto a la subida de los gasóleos. Nada desde hace un par de años y una subida del 25% aproximadamente cada año. Y nosotros y vosotras parece que del modo más tonto relajamos nuestra indignación al respecto: cruzando frases con el personal de las estaciones de servicio.

Pues nada. Cuando suponga un privilegio desplazarse en coche utilizaremos el tren. Entonces será cuando nos demos cuenta de la brutal subida de los precios del transporte ferroviario, justificado por el uso de las vías destinadas al dichoso AVE por ejemplo –léanse la columna de Francisco Tomás al respecto–, cuya construcción parece no haber salido de nuestros bolsillos...

Y en todo esto estaba, deseando volver al trabajo para volver a “llenar” los bolsillos cuando pocos cientos de metros tras la salida de Villena en la autovía cuando nos topamos con una de las mayores angustias que ofrece nuestra ciudad: el paso a nivel. Y el “apaga el coche, que al menos no gaste”. Y entonces, en esos largos minutos de espera, con la mirada fija en la posición horizontal de la barrera, fue inevitable pensar si todas estas subidas de todo no hubiera sido mejor realizarlas durante la “época de esplendor” de nuestro país, cuando la burbuja todavía lucía oronda. Imposible no temer que en breve no podríamos hacer otra cosa que permanecer en casa, casi mano sobre mano, evitando conectar la radio o la televisión para no tener que escuchar misteriosas naderías que nada tienen que ver con nuestro día a día.

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