Regreso de vacaciones (o lo que sea)
Bueno, quizás entre el baile de titulaciones a cargo de la Universidad Rey Juan Carlos, la cosa catalana y la detención del actor Willy Toledo por hacer uso de su libertad de expresión, se nos hayan quedado otras cosas en el tintero, o más bien tras la cortina de humo, cosas vergonzosas como la falta de soluciones para esas personas que se echan al mar poniendo en juego sus vidas a cambio de un posible futuro, o el imparable número de casos de agresión sexual perpetrados por los miembros más indeseables de la Iglesia, o la precariedad creciente y la continuada pérdida de derechos en esta España a la que no le tiembla el pulso para subir impuestos ni se le tuerce un ojo al ver como las multinacionales nos roban y nos esclavizan con empleos de mierda.
Han pasado diez años desde que David Foster Wallace nos abandonara ¿verdad, AFD? y Ana Valdés vuelve a la biblioteca para regocijo de todos menos uno. La Fiestas han ido bien, entiendo, aunque a mí me parecen cada vez más largas en cuanto a la duración de sus actos y no quiero extenderme más. Aunque nuestro alcalde, el señor Esquembre, sí parece haber sido más concreto respecto a su opinión sobre determinados actos y, cómo no, ha obtenido rápida respuesta de los diferentes grupos de stakeholders (agentes implicados, traduzco, aunque deberían conocer el término porque ya ha sido empleado hace poco en contexto festero), que insisten principalmente en la improcedencia de hacer unas declaraciones públicas sin consulta previa a los grupos de la oposición y a los stakeholders. Bueno, parece que como siempre todo se saca de quicio, y si bien nuestro alcalde hacía referencia a la necesidad de una mejor contextualización del acto de la Conversión del Moro al Cristianismo, también dejaba caer que es un requisito necesario para conseguir que nuestras fiestas sean declaradas Patrimonio de la Humanidad.
Les diré, queridas personas, que después de casi ocho años de escuchar casi diariamente a nuestro alcalde, me da la impresión de que no habla por hablar y que quizás lo que ha hecho es compartir, de aquella forma, una información privilegiada pendiente de reflexión y debate entre las partes implicadas. No será la primera vez que desde Alcaldía se juega con la ventaja de contar con información de primera mano sobre algún asunto y dejarnos especular o mostrar nuestros desacuerdos para luego presentar tales informes y cerrarnos las bocas. Una jugada un tanto petulante y engreída que ya deberíamos reconocer a estas alturas. Pero bueno, nada que no tenga solución: la normativa para la declaración de un Patrimonio de la Humanidad está ahí, al alcance de cualquiera, y tengo la certeza de que en este asunto no valen influencias por mucho que provengan de la Rey Don Juan Carlos; en este asunto tocará cumplir al pie cada línea.