Apaga y vámonos

Repúblicas bananeras

Cuestión de prioridades, apenas pude dedicar una columna a expresar el revoltijo de sensaciones que me habían causado mis vacaciones en Cuba, un país repleto de contrastes donde la perplejidad se convierte en obligatoria compañera de viaje aún antes de superar el rígido control aduanero del aeropuerto José Martí.
Como les conté, tuve la suerte (va completamente en serio) de vivir en primera persona el paso por la isla del huracán Ike, que si bien dejó a La Habana bastante bien parada, hizo estragos en el resto del país, destrozando infraestructuras y cosechas y convirtiendo en más difícil, si cabe, el día a día de los cubanos, que están padeciendo un serio desabastecimiento alimentario al que la dictadura sólo puede hacer frente a base de escritos de Fidel y vallas propagandísticas. O sea, que entre la incompetencia del régimen y el criminal bloqueo norteamericano, van bien jodidos los pobres cubanos.

En La Habana, les decía, Ike no hizo mucho daño, y menos aún en los hoteles, edificios sólidos y con sus propios grupos electrógenos, pero algunos barrios de la capital (más de 2 millones de habitantes) llegaron a tardar 3 días en recuperar el suministro eléctrico, circunstancia de la que no se libraron ni los bancos, cuyos sistemas informáticos no pudieron aguantar la embestida del huracán. Y allí estaba el Aure, ni más fundado, intentando hacer efectiva una transferencia y poco menos que despotricando al ver que no iba a ser posible, tildando de “república bananera” a Cuba y asegurando a voz en grito eso tan patriota de “¡Esto en España sería inconcebible!”.

Pero, de vuelta a casa, lo primero que me cuentan es lo del apagón del 6 de septiembre, y días después pierdo media mañana de trabajo por culpa de unos cortes de luz intermitentes que se prolongaron durante dos horas en pleno centro. Algo anecdótico, claro, que esto es Europa y aquí no se conciben catástrofes como la cubana, ¿verdad?

Pues ni verdad ni leches. Hace apenas unos días volvieron los cortes de luz intermitentes, y a la vista de mis vecinos, como Salva, obligado a cerrar una operación con el móvil, en la calle y sentado en un portal, caí en la cuenta de que no podemos mirar a nadie por encima del hombro, porque puestos a parecer tercermundistas no nos gana nadie, ya que los cortes intermitentes se dieron por la mañana, pero por la tarde el corte fue total: casi tres horas de trabajo perdidas –y pagadas por los empresarios, por supuesto– sin más explicación por parte de Ibertrola que “estamos trabajando en ello”.

Cosas que pasan, Aure, me digo a mí mismo. Pero es que llega el 9 de octubre, con una “temible” gota fría que deja 4 gotas en Villena, y me quedo durante horas sin agua en casa (y sin aviso previo, y sin explicación alguna…), pensando que sólo falta que los bancos hagan crack y nos monten un corralito con nuestros ahorros para que sean los cubanos, que por lo menos tienen humor y buen tiempo, quienes nos miren a nosotros por encima del hombro.

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