Opinión

Resaca electoral

Después de la fiesta de la democracia, al igual que después de cualquier fiesta que se precie, llega la resaca. Ha llegado el lunes y, por si eso no fuera suficiente, ayer se celebraron elecciones municipales y la resaca electoral nos hace más pesado el comienzo de la semana.
En los carteles, pendones, pancartas y vallas publicitarias todavía posan los políticos, alegres como si aun no se hubieran enterado de los resultados del recuento, que en realidad no sé si es que primero se cuentan y luego se recuentan, pero es así. Tanto si el partido que has votado ha ganado como si no, la resaca está servida: los que perdieron están apenados y cansados después de una larga campaña electoral, y los que ganaron se acostaron demasiado tarde celebrándolo, aunque puede que fuera una celebración sin alcohol, por los niños, o sólo con vino, por los agricultores, o con agua, no, con agua no. No lo sé porque no estuve, pero lo cierto es que hoy me he levantado con una resaca electoral espantosa.

En nuestras cabezas todavía resuenan las consignas de los partidos, ese zumbido como si hubieses estado en una discoteca toda la noche pegado al altavoz. En las calles la propaganda electoral copa los contenedores de papel reciclado, las pancartas y pendones enrollados sobre sí mismos y los carteles en las paredes medio despegados como si se hubiesen celebrado este fin de semana cuarenta bodas. Ya no se ve a los políticos a pie de calle interesándose por las preocupaciones de la gente, ni del entretenimiento de los jóvenes, ni de regalar mecheros, bolígrafos, caramelos o globos. He oído decir que en la plaza de toros el lunes ya se veía a unos albañiles descargando unos puntales, sólo rumores. Después del vendaval ha llegado la calma, pero nos queda lo peor: la resaca es la aparición de un conjunto de síntomas el día siguiente de haber cometido un exceso. En este caso el exceso ha sido propagandístico y mediático; prensa, radio, televisión, Internet... en los foros y tertulias no se ha hablado de otra cosa en el último mes, ni tan siquiera de quién va a ganar la liga.

Exceptuando alguno que se cortara la lengua al chupar el sobre, las molestias de estas elecciones son más bien mentales. Una vez soportada la precampaña, la colgada de carteles, que también debería existir la descolgada de carteles, todo el mundo se apunta a ponerlos y nadie se encarga de recogerlos, como en las bodas. Luego la campaña, el día de reflexión, que debería llamarse de descanso, y tras aguantar las mismísimas elecciones y cuando todo parece que había terminado, llega la semana post-electoral. Como no podía ser de otra manera tratándose de una fiesta, el resultado de las elecciones afecta de manera distinta a todos los que han participado en tal evento democrático. Comparándolo con una noche de marcha, están los que triunfan y acaban llevándose el gato al agua, los que después de marear durante toda la noche se comen los mocos y se vuelven solos a su casa, los que estaban seguros de que iba a ser su noche y acaban contándole sus problemas al camarero, o lo que es peor, a la taza del retrete, y los que como sabían que no iban a conseguir llevarse la palma se conforman con no haber terminado borrachos.

Cuando se está de resaca se ven las cosas desde otro punto de vista, siempre te dices a ti mismo que no lo vas a volver a repetir (auto-mentira). Aunque la mayoría de veces no resulta, otras veces sirve, y en el caso de la resaca electoral, para que los políticos que no han obtenido lo que esperaban piensen en lo que han podido hacer mal, o lo que ni tan siquiera han hecho. Y como no podían ser todo desventajas nos queda el consuelo de que ya se han pasado, aunque aún quede alguna secuela, y de que no volverán hasta dentro de cuatro años.

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