Fuego de virutas

Rescatar a Europa

El cuatro de junio de 1940, Winston Churchill, ante la posibilidad de que Gran Bretaña fuera invadida por Alemania, pronunciaba un discurso llamando a la defensa de la nación y abierto a la esperanza. Aun pudiendo caer la gran isla o parte de ella en manos alemanas –Francia prácticamente ya lo estaba– quedaba el Imperio para resistir y combatir, "hasta que, cuando Dios lo decida, el Nuevo Mundo, con toda su fuerza y poder, dé el paso al frente para rescatar y liberar al viejo continente."

Cuando Zeus, convertido en un bello toro blanco con cuernos de luna creciente, seducido por su belleza raptó a Europa en una playa llevándosela por el mar, poco se esmeraron sus familiares, salvo Cadmo, por rescatarla. Pronto desanimados, se entretuvieron en fundar ciudades por el Mediterráneo, asentándose. Cilicia, Tasos, Tracia... Suerte que Zeus mimó a Europa y la amó como a una diosa. De hecho cuando murió recibió honores de diosa. No le fue mal con él.

El toro que había servido de camuflaje a Zeus fue elevado al cielo como constelación. Pero el toro del fascismo, si acaso fue toro como algún crítico ha querido ver en la interpretación del "Guernica" de Picasso, no era Zeus enamorado. El toro del fascismo pretendía una Europa a su servicio, un mundo convertido en espacio vital –lebensraum–, siempre escaso para la megalomanía ambiciosa del nazismo. Heridas, las democracias europeas fueron frágiles resistiendo.

En "La agonía de Francia" –libro de 1941 que ya nos ocupó cuando escribimos "En el año de las crisis"–, Manuel Chaves Nogales dice: "Esa masa en que se apoyaba antes la democracia había dejado de ser demócrata, había renegado de sí misma, se había dejado atraer estúpidamente por la dictadura del proletariado o por la tiranía del caporalísimo y no habiendo sido dominada y encuadrada definitivamente ni por la una ni por la otra se había convertido en el gran elemento de descomposición del Estado francés." Una Francia agotada en la que, anota Chaves, ser feudo de Moscú o de Berlín vendría a ser lo mismo. Y concluye: "Francia, cuando el gobierno llegó a Burdeos, era como una bestia herida de muerte y acorralada que busca el rincón más oculto de su guarida para echarse a morir. Era inútil todo intento de hacerla reaccionar." Nación resignada a morir en una Europa que parecía resignarse a morir.

La agonizante Europa que ahora vivimos con la crisis ha sido raptada no por dioses mimosos sino por especuladores sin patria que nos entretienen con las patrias. Traficantes que no se desplazan en sidecares, tanques, aviones de la Wehrmacht, sino que mueven sus tramoyas desde los sillones indefinidos del abuso. Europa no ha de ser, que no es, sólo la Unión Europea. Europa debe superar las naciones, las patrias, los himnos, los gibraltares. Para rescatarla hay que superar esa Europa de bandas y banderas. Porque no podemos construirla sin el concurso de las Rusias, ni con el lujo de haber prescindido, cierto que por decisión de su ciudadanía, y como debería haber sido en todos los países, de Noruega. O con una Suiza siempre más allá del bien y del mal para quedarse siempre con las ganancias del bien y del mal. O sin los Balcanes intensos... Hay que rescatar a Europa de los mercaderes, de los burócratas que la destrozan conduciéndola desde el anhelado bienestar hacia el neoliberalismo incivil. Donde la economía sin riendas ciudadanas está al albur de sablistas que sólo intervienen buscando su bicoca. Hay que rescatar a Europa de Europa. Un nuevo mundo europeo habrá de ser. Si no, no será.

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