El Diván de Juan José Torres

Rescates

Antes la palabra rescate tenía un significado tan sencillo como generoso. Un acto absolutamente altruista, con riesgo personal para quien asume el hermoso acto de salvar a una o más personas de una situación límite, y peligrando la propia vida. No había más coste que la satisfacción interna de haber ayudado a quien lo necesita y salvaguardarle del apuro, y en ocasiones el rescatador sucumbía en el mismo trágico destino de la víctima socorrida. Esto siempre fue así hasta que se institucionaliza el negocio, y en estos tiempos modernos se salva a otros el pellejo, pero con condiciones: “Te echamos un cable pero luego hablamos, pues todo en la vida tiene un precio”. Los rescates marítimos, los de montaña, incluso los familiares bomberos tienen sus tarifas que aplican en casos de negligencia.
Algo parecido es el papel que realiza un prestamista particular o la Banca, pues rescatan a un cliente de un agobio económico, pero la diferencia radica en que los intereses a devolver están más o menos pactados, dependiendo de la oscilación del Euribor. Queda claro entonces que el concepto de rescate ha quedado anticuado, sobre todo en temas financieros. Si quien está en bancarrota es un particular tiene el embargo asegurado pero si es un Estado con Gobierno, con ciudadanos, con empresas, con trabajadores y parados la cosa cambia. No se puede embargar de buenas a primeras pero sí maniatarlo de por vida. Cuando esto sucede es que alguien más poderoso, rico y chulo ofrece a ese Estado un rescate. “Ustedes están endeudados hasta las nalgas (por evitar otra expresión) y necesitan un rescate”.

La afirmación es cierta, porque existe la deuda, pero lo que da risa y tristeza al mismo tiempo es que ese débito no lo ha originado ni la ciudadanía, ni los trabajadores, ni los parados, ni los pensionistas. Los números rojos están en la lista de morosos porque banqueros corruptos, magnates mafiosos y políticos ineficaces han malgastado los erarios públicos sin control, incluido el Banco de España, como la mayoría de Ejecutivos que han gobernado este país. Como la deuda es gigantesca la UE ordena una investigación de las cuentas y encargan una auditoría a agencias financieras privadas, que la mayor parte de ellas trabajan para la Banca Internacional y lógicamente estas compañías engordan los cálculos del déficit para repartirse más y mejor el pastel.

Toca pagar pues y comienza el baile de la terminología, pues hay palabras que asustan más que otras. Por ejemplo Rescate echa para atrás y da repelús, sin embargo si añadimos a Rescate la palabra Virtual parece que suaviza la ansiedad; porque parece que virtual esté acompañado de virtudes. De modo que para todo el mundo es mejor pedirlo con virtual, porque nos dicen que es menos dañino. Es como si España le dice a los Bancos a los que hay que pagar los intereses: “no tocarnos mucho las narices porque el BCE nos avala con un crédito virtual”. Y los bancos se encogen de hombros y responden: “¿A cuálo?, si van a pagar igual”. El caso es que la Niña de Rajoy no va a contemplar la España hermosa de sus sueños porque entre la subida de la vida y los impuestos aquí no hay quien viva, y probablemente la Niña ya haya hecho las maletas y se haya marchado al extranjero a buscarse las habichuelas por culpa de una Prima suya, la de Riesgo, que nos acojona todos los días y, lo que es peor, a los que no somos familia suya, o sea, la mayoría.

Con Niña o sin Prima lo que está claro es que a pagar toca y el problema son los altísimos intereses que cortan de raíz el progreso social, educativo, sanitario y económico del país. Y los sinvergüenzas siguen robando mientras la Justicia hace el primo.

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