Respecto a la columna de Fulgencio Cerdán
Yo no sé si el señor alcalde responderá a la misiva del señor Fulgencio J. Cerdán respecto a su artículo en forma interrogativa. Al edil socialista le aprecio desde hace años a nivel personal, eso sí, desde una distancia generada por mi desencanto político y, como consecuencia, por mi desconexión de la militancia activa desde hace unos años. Quizás por ello, libre de sujeciones y compromisos, analice las cosas desde otras perspectivas y sin que esto garantice que tenga razón en mis argumentos.
No obstante intuyo, una vez más, que el PSOE local, ya fuera del gobierno desde la última legislatura, al atacar con más o menos tiento al actual equipo gobernante peca, en ocasiones, de demagogia. No puede ser que hace tres años apoyara al alcalde, con los matices oportunos y oportunistas, y ahora el señor alcalde no dé pie con bola. Ya es viejo, para los que hemos pasado por esos lances, hacer juicios de opinión distintos dependiendo en qué posición nos encontremos.
Seis mil millones de euros para el heraldo público, de haber sido aprobada la propuesta del Gobierno, hubiese sido un buen pellizco. ¡Qué bien vendrían para las arcas del Estado! Para hacer frente a las pensiones, no hay que olvidar que la población pensionista es la que decide finalmente los gobiernos, estima el gobierno que necesita recaudar cuarenta mil millones de euros. Seis mil es una ayuda, pero insuficiente. Impuestos se avecinan, pero dónde: diésel, Banca, Impuesto de Sociedades
Pero no nos engañemos: los cuentos de la lechera cuentos son, como los sueños, sueños son, como decía Calderón de la Barca. El Gobierno lanzó la propuesta de forma demagógica e irresponsable porque sabía, a ciencia cierta, que no iban a ser aprobados. Si a priori se es consciente de que no se va a aceptar una proposición lo inteligente es no presentarla, so pena de que luego se utilice el rechazo como ataque a los demás.
Nadia Calviño, la actual ministra de Economía, estuvo trabajando durante años en la Comisión Económica de la UE en Bruselas y se ganó el respeto de los eurodiputados de todos los bandos. Se ganó la consideración ajena por su mesura, su moderación, por su equilibrio en las negociaciones. Ella, la ministra, es la primera en saber que el techo de gasto que fija la contradictoria UE es innegociable, estricto y de obligado cumplimiento. Es más, la UE dio el visto bueno a la estoica victoria de Pedro Sánchez, en su moción contra Rajoy, porque tenía garantizada la estabilidad en el gasto y el respeto a los presupuestos generales aprobados un mes antes por PP y PNV.
Como sabía Sánchez que no iba a publicar la lista de favorecidos por la Amnistía Fiscal, por más que se cansó, estando en la oposición, de decir que él le daría difusión. Como sabe Sánchez que no podrá imponer un impuesto a la Banca porque los afectados serán los clientes con la subida de intereses y comisiones. Como sabe Sánchez que la derogación de la Reforma Laboral que prometió se va a quedar en una mera declaración de intenciones. Y cuando sabe lo que sabe y promete cosas que luego no hará, el diccionario retrata esa acción con la palabra demagogia.
La misma de Ximo Puig, nuestro presidente autonómico, harto de exigir a Montoro una justa financiación para nuestra Autonomía. Y cuando el entonces ministro de Hacienda le daba largas tenía, el líder socialista, motivos suficientes para ponerle a caldo. Desde hace casi dos meses la nueva ministra de Hacienda es María Jesús Montero y ni la prensa local, ni valenciana, ni de tirada nacional ha constatado que Ximo Puig haya requerido a la titular la justa financiación para la Comunidad Valenciana. Estar en el poder o en la oposición marca las fronteras de las defensas o las acusaciones en una línea casi invisible.
El problema es que muchos ya sabemos de qué va esto aunque no estemos de vuelta. Pero más grave me resulta que los que gobiernan, han gobernado o aspiran a gobernar no aprendan nunca la lección y si se lanza la piedra que nunca se esconda la mano; dicho de otro modo, que se sea consecuente y responsable de los actos presentes y anteriores antes de prometer sobre los futuros.