Responder al grito desesperado
Es un ejercicio tan interesante como didáctico, como enervante, como en ocasiones (desgraciadamente) inevitable. Hablo de escuchar las conversaciones sostenidas sobre la barra de un bar. Diálogos lanzados en voz alta sea entre un grupo de tres, entre cliente/a y camarero/a, o al modo futbolístico entre varias personas situadas en diferentes puntos de la barra, separadas entre ellas por la parte silenciosa de la clientela y contando generalmente con la camarera o camarero de pivote móvil.
El caso es que en este otoño dedicado al obrero. En este otoño que ha permitido en nuestras tierras alargar el momento de encender las estufas, de disparar el consumo de electricidad, gas, leña, gasoil y demás productos destinados a fabricar el calor del hogar. En este otoño sin mangas también hemos disfrutado de un buen listado de titulares que han sido cebo de tertulias en los bares. Cenáculos imposibles donde el personal combina las ideas propias (cuando las hay) con los discursos apropiados de radios, televisiones, blogs, prensa o disertaciones igualmente escuchadas en los bares.
La cuestión es que la actualidad ha alimentado generosamente el verbo de barra, levantando pasiones con el Gürtel, el Alakrana, Ricardo Costa, el Faisán, Alcorcón, los casos Fago y Polop, Jesulín y alrededores, la Ley del Aborto y por supuesto con las elecciones para la presidencia de la UE. Y parece que ha saciado los espíritus de las lenguas de bares, peluquerías y demás tertulias si nos atenemos a la poca salsa que ha suscitado la manifestación, el grito, del gremio dedicado a la agricultura y la ganadería en nuestro país. Que no ganan para comer, es un decir. Pero su escándalo es poco escándalo, no es escándalo. Pensemos que no lo es en Villena, ciudad más cercana a la agricultura de lo que son las grandes ciudades. No es un escándalo. Como si hubiéramos perdido el vínculo que une el plato de comida que vemos sobre la mesa con su lugar de procedencia.
Afortunadamente todavía en Villena encontramos muchas personas que eligen la verdura que compran, la carne que comen, lo que no evita que se silencie la alarma sobre la realidad que nos están planteando los sectores de la agricultura y la ganadería. Una realidad que no es sólo la que afecta a sus vidas, porque también es otra que se extenderá como una plaga en nuestra sociedad: una sociedad sin agricultura ni ganadería. Debe ser por eso por lo que el colectivo acerca también sus manos a los consumidores/as. Señalándonos como parte de la solución a sus problemas (de los que igualmente tendríamos parte de culpa). Por eso me interesaba ese debate que no he encontrado en los bares, porque en contra de esos escándalos sobre los que nos sentimos impotentes, ahora se presenta una causa donde (y perdónenme la ingenuidad) formamos parte de la acción, del desarrollo de los acontecimientos.