Vida de perros

Responso y batalla

¿Cómo no va a ser difícil despedirse de una persona querida? Tanto como elegir las palabras que regalarle. Porque todo suena vacío. Porque nuestra promesa de recordarla siempre sólo cobra forma cuando siempre se la recuerda. Pero hay momentos en que es difícil llenar el vacío que queda, llenar el hueco que esa persona llenaba. Porque no siempre nos paramos a pensar cómo o con qué llenaba ese hueco nuestro. Hay momentos en que sólo está el vacío. Y enfrentarnos, convivir con ese vacío a veces ciego e incoherente, es inicio del camino para completarlo.
Responso

Cristóbal Sanjuán fue, con sus aciertos y sus defectos, una buena persona. Atravesó todos los años de esta nueva España: desde aquella lejana República del treinta y poco hasta hoy. Una vida marcada como un eral por decenas de surcos, cambios, que no debieron ser fáciles de comprender. Pero que cambiaron el modo de entender el mundo, la forma de estar en el mundo. Una generación que vivió nuestra Guerra Civil, la Segunda Mundial, la Dictadura, el 68, la Transición, los 80, la Globalización…

Cristóbal era una de esas buenas personas que hay en el mundo. De las que he tenido el honor de conocer. De recibir su atención, de beneficiarme de su confianza, su amabilidad, su respeto hacia mi (nuestra) forma de estar en el mundo. Y eso es más importante que otras muchas cosas. Cristóbal me quería porque Cristóbal quería a la gente. Quería a su familia con pasión. Quería a sus amigos y a sus amigas, a sus vecinas y vecinos... Y a veces, después de un largo y enrevesado recorrido, quizás lo más notable es ser capaz de sentir amor. Sentir amor en lugar de albergar desconfianza, odio, o resentimiento hacia el mundo que nos rodea. Puede parecer sencillo, pero al fin lo más complicado es amar. Porque para amar necesitamos situarnos en aquel lugar donde el alma permanece imperturbable pese a que el corazón o los nervios nos aceleren o pellizquen.

Cristóbal, he visto a tu familia echándote de menos desde el primer segundo en que te fuiste, y echándote de menos a lo largo de todos esos días futuros que vendrán. He visto a cientos de personas acudiendo a darte el último adiós, a cientos de personas acudiendo a reconfortar a tu familia más cercana, a Nieves, a tus hijos e hijas. Puedes estar tranquilo por las personas que dejas: están rodeadas de gente que les quiere y que cuidará de ellas. Puedes estar tranquilo porque eres un preciado recuerdo para tus seres queridos, una imagen, una frase, un gesto, una caricia, que llevarán consigo hasta el último día.

Lástima que las circunstancias hayan sido tan adversas. Que nos dejaras ese veintitrés de diciembre mientras te vestías para volver a casa. Cuando tu familia agradecía tenerte cerca para celebrar esas fechas. Que nos dejaras tan cerca de esos días en los que la familia busca encontrarse. Porque el ahogo de tu ausencia ha borrado el significado de cualquier celebración. Porque tu presencia era indispensable. Tanto como para invadir y acabar con el espíritu navideño.

Batalla

Fueron Salvador Mullor y la concejal Leonor Gil quienes intentaron a toda costa dar sepultura a su cuñado, Cristóbal, la tarde del 24 de diciembre, para dar descanso a la familia del difunto. Un intento infructuoso, ya que a pesar de ser un día laboral un policía local les informaba de que el Ayuntamiento estaba vacío. Vacío. Ni personal, ni equipo de gobierno, ni oposición… Nadie a quien solicitar que se ejecutara la modificación del reglamento del cementerio aprobada en Pleno que autoriza a dar sepultura por la tarde. Incomprensiblemente no había nadie trabajando en el Ayuntamiento durante el 24 de diciembre. Y tampoco fue posible contactar con el responsable de la concejalía correspondiente pese a las innumerables llamadas telefónicas.

Dada la situación, Salvador me comunicó que se había puesto en contacto con el responsable del Cementerio Municipal, con quien insistió acerca del acuerdo en Pleno para dar sepultura en horario vespertino. La respuesta fue sencilla: pese a estar aprobado no se contaba con los recursos para ejecutar el cometido. Es decir: el equipo de gobierno no había autorizado los recursos necesarios para tal cometido. Salvador, casi visceral, me contaba cómo telefónicamente le había hablado al responsable acerca del carromato tirado por dos caballos negros, de los tres funcionarios del cementerio, de los dos bedeles, del piano de cola, que hace unos días se encargaron de recibir los restos de Navarro Santafé. Del gasto público de aquella escenificación…

Mientras, el tanatorio mantenía tres salas abiertas. Tres familias cuyo dolor por sus seres queridos no sólo les negaría la celebración de la Nochebuena, sino que las mantendría en el vilo que supone no dar sepultura a la persona amada, el familiar perdido. Un trabajo que quedaba citado para las ocho y media de la mañana del día de Navidad. Las ocho y media de la mañana del día 25 de diciembre. Después de casi cuarenta y ocho horas comiendo a malas penas, durmiendo poco y mal…

Y uno se acuerda de Dickens. Del espíritu navideño. Del amor. Del encuentro familiar… y no imagina que nadie pueda ser tan cruel como para citar a la familia de un difunto a las ocho de la mañana del día 25. A esa familia dolida por la pérdida del ser amado, convertida todavía más en extranjera de ese tiempo de paz. No puedes imaginar que la burocracia, los intereses particulares, el descuido, puedan jugarte esa mala pasada…; o puedes imaginarlo… y ver esos dos caballos negros, ese personal municipal, ese piano de cola y tener la certeza de que sí existen los entierros de segunda, de tercera… y que sí existen los entierros de primera clase. Y que hemos elegido a un grupo de gobierno al que no le importan las circunstancias, el dolor, de su gente, la que lo elige para representarla, la que confía en que cuidará de ella. Estoy muy dolido, Celia, Jesús, Chimo… Estoy muy dolido por la indefensión, por la indiferencia.

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