Revista de Verano: ¿Lenguaje inclusivo? ¡Póngame un brownie!
¡Señores y señoras! ¡Queridas personas en general! Llegadas estas fechas comenzamos un año más con nuestra Revista de Verano. Atrás dejamos la pesimista Vida de Perros y la optimista Días Felices. Nuevamente les ofrecemos un espacio de legítimo esparcimiento cuya más acertada comparación nos lleva a las chanclas de dedo, el viejo vaquero cortado sobre la rodilla y la camisa hawaiana comprada en Benidorm. Y mientras la mitad de Villena se broncea allá donde puede o en nuestra Costa Blanca, la otra mitad disfruta de las miles de actividades veraniegas; aunque la otra mitad recorre miles de kilómetros around the world y la otra mitad se dedica a preparar las miles de actividades festeras.
Pero en medio de tal ambiente disoluto y procrastinador, como cada verano en nuestra ciudad elegimos aleatoriamente algún tema candente para dar salsa al periodo de calor y tiempo libre. Concretamente en 2016 ha tocado el asunto del lenguaje inclusivo. What? Se preguntará usted. Pues se trata de la reivindicación de utilizar un lenguaje en el que cada persona se sienta aludida. Por ejemplo, cuando ustedes y sus amistades almuerzan en grupo y dicen nosotras vamos un momento al coche, seguramente ustedes los hombres no se sentirán aludidos y se quedarán tranquilamente sentados rebañando los restos de huevo frito del plato con un trozo de pan. Pero si al volver ellas del coche, ustedes dicen: vamos a comprar unos helados a los niños, no se deberán extrañar si las niñas se quejan o si las niñas se llevan una grata sorpresa al ver que a ellas también les habéis comprado un helado. Claro que seguro que alguno de ustedes, algún señor digo, les puede explicar a las niñas que según la Real Academia de la Lengua (esa que cada año adopta todas esas palabrejas y extranjerismos que tanto le disgustan), le puede explicar a las niñas que la rancia RAE propone que mientras haya un niño, aunque sea entre quince niñas, la forma correcta es: voy a comprar un helado a los niños.
Pero bueno, como tantas cosas en esta corta vida que conocemos, el lenguaje inclusivo o lenguaje no sexista es una reivindicación que supera en años a la mitad de las personas que hoy día lo atacan. Es una reivindicación que incide con total autoridad en aquellas máximas que nos hablan de que el lenguaje lo es todo, que las cosas son porque se nombran. El lenguaje inclusivo trata de corregir aquello que no es correcto: la generalización en masculino. Y aborda desde la presencia, la inclusión, de la feminidad en los problemas matemáticos donde siempre era Pepito o Juanito a quien le faltaban manzanas como en esa normalización que nos hace hablar en masculino incluso a un grupo de mujeres: levantad todos los brazos.
Imagino que para muchos sí, he dicho muchos, pero también son muchas resulta difícil cambiar la forma de hablar. Puede ser que creáis que se trata de costumbres. Pero va mucho más allá. Se trata de una forma de preponderancia de género. Por lo que yo os animaría no a cambiar radicalmente la forma de pensar-hablar, pero sí al menos a comprobar que si decís que vais a comprar un helado a las niñas, tendréis a los niños diciendo que ellos también quieren helado.