Revista de Verano: El pálpito festero
Por mucho que hayamos hablado de Villena y su constante actividad sociocultural, de sobra sabemos que nada es suficiente para calmar los ánimos de sus habitantes; como también sabemos que una vez sobrepasada la noche de San Juan (días arriba, días abajo) algo hace que la sangre bombee con más fuerza en los corazones de nuestra pequeña ciudad, algo que por supuesto tiene que ver con las Fiestas de septiembre. La Junta Central de Fiestas ya cuenta con las fechas de las catorce comparsas y prácticamente ha elaborado ese completísimo programa que lleva del 4 al 9. Aunque cada año, para alegrar el verano, nos encontramos con algún tema en discusión.
Este año comenzamos pronto, puesto que ya hemos tenido circo con la elección del cartel de fiestas. Un concurso que como casi todos los organizados por entidades públicas adolece de cierta precariedad y ambigüedad. Porque resulta expuesto a un jurado más avalado por las urnas y por su amor a la fiesta y a la ciudad que por su criterio artístico. Es una manía como otra cualquiera que se tiene en el ámbito político: la de estar presente, con voz y voto, en estas tomas de decisiones, como si alguien otorgara algún valor a su participación. Más bien parece que se obligan a estar en estas citas para vigilar al resto del jurado (perteneciente a otros grupos políticos), con el fin de que no se opte por una propuesta partidista, por un cartel tendencioso digamos en este caso. Así que en lugar de dejar el grueso de las valoraciones de un cartel, un relato, una partitura, a cargo de profesionales, allí se presenta la jauría política para continuar con su particular y pequeño Juego de Tronos.
Por desgracia este año ni siquiera hemos tenido la oportunidad de alegrarnos o enfadarnos por la elección del cartel, ya que bien por el corto plazo desde la presentación de las bases o bien por su falta de claridad, ninguna de las propuestas ha pasado digamos la parte técnica del concurso. Y claro, se ha declarado desierto. Y claro, ahora deben contratar a alguien para que haga el dichoso cartel, alguien profesional, alguien que se jugará el tipo ante la crítica. Y tendrán que elegir deprisa, que nos dé tiempo a mandarlo a China.
Pero eso no es todo, claro. Porque por otro lado todavía andamos con el tema de la posibilidad que hemos abierto para que cualquier querida persona pueda presentarse al cargo de Regidor o Regidora de Fiestas. Un tema que no solo parece requerir de la más exhaustiva minuciosidad en su redacción, sino que además nos ha traído a la ciudad ese amplio, moderno y necesario debate sobre las prácticas inclusivas. Pero no crean que en este caso aquellos hombres que se quejaban de las prácticas de discriminación positiva, sintiéndose ofendidos y excluidos, ahora ven bien que un hombre tenga la opción de ocupar un cargo que históricamente se les ha sido negado. Qué va. Erre que erre, se siguen viendo estos nuevos horizontes como excentricidades (partidistas además). Y si se propone cambiar el nombre de la Casa del Festero por alguna otra denominación inclusiva, pues más de lo mismo, que se atragantan con los rollicos de vino. Y es que los cambios no están bien vistos, y en lo relativo a las Fiestas menos. Aunque algunos cambios nos han ido bien, como el cambio en la fecha de la Romería. Pero claro, eso es otra cosa. No mezclemos churras con merinas, dirán. Aunque por el otro lado también estamos quienes pensamos que con un poco de tiempo todo quedará como un pequeño bache, y que con un poco de digestión, en unos años, todo volverá a la normalidad. Eso sí, una normalidad más justa para todas y todos, una normalidad más humana, una normalidad más natural.