Revista de Verano. Última
Ya no sé qué decirles, queridas personas, ni de qué modo: qué estructura, qué palabras. Estaba acordado entre mí y mí mismo que como todos los veranos, el lugar de la habitual Vida de Perros se ocuparía por esta Revista de Verano. Un producto más despreocupado, fresco, distendido. Y la ocasión no solo se pintaba calva, sino depilada. No solo se presentaba el natural período estival, vacacional, supuestamente escaso de noticias; sino que además se añadía un periodo post-electoral, de incorporación de nuevos nombres a las concejalías; un período donde generalmente la oposición contempla cien días de gracia al nuevo equipo de gobierno (de forma no oficial y cordial).
Pero es obvio, como ustedes han podido comprobar, que no ha sido así. La tensión ha vuelto al panorama político municipal y los mentideros de palacio están tan calientes que se podría freír un huevo sin necesidad de sartén. Y todo esto con cuatro años por delante de mayoría Verde en nuestro ayuntamiento. Así que en lugar de un verano pacífico y maravillosamente aburrido, nos encontramos con reacciones desproporcionadas ante mayoritariamente hechos anecdóticos. Por ejemplo, si el concejal de Medio Ambiente tose antes de entrar a un Pleno, resulta que está infectado de ébola y en consecuencia vamos a morir toda la población. Puede que exagere. Pero si lo hago es entre otras motivaciones porque me da miedo caer en la historia de Pedro y el lobo, a donde nos dirigimos de forma irremediable. ¿Por qué? Porque si ponemos el grito en el cielo y pedimos dimisiones y depurativos de responsabilidad por cualquier cosa desde el mismo día en que el nuevo equipo de gobierno comienza a funcionar, ¿qué ocurrirá cuando nos encontremos con verdaderos motivos de queja e indignación (que vendrán, posiblemente)? Pues eso: volver a gritar ante la cansada ciudadanía: ¡Que viene el lobo!
A muchas de estas personas ardientes en comunicados y foros públicos yo les diría: Sí, nosotros y nosotras somos contingentes, pero usted es democrática. Porque no podemos negar el derecho a expresarse y quejarse, sobre todo quejarse, puesto que supondría aceptar que somos dictatoriales o que asumimos una dictadura con la que estamos de acuerdo (y en muchas cosas por cierto, estamos de acuerdo). Y entonces da igual si uno como yo escribe que hay problemas de importancia, de extrema importancia incluso, porque el vallado de los desfiles, unos faldones que siempre habían sido rojos ahora van a ser verdes, ¡verdes!, como el nombre del partido que ha ganado con mayoría absoluta, ¡verdes! Y ni puñetera palabra acerca de los problemas económicos, sociales, estructurales de nuestra ciudad. ¡Verdes! ¡Y para mayor indignación se van a dejar de matar veinticuatro toros en nuestra ciudad durante esta legislatura! Eso es lo importante. Porque si tú me hablas de basuras y yo te hablo de toros.
Pues nada, así seguiremos, a ver quién tiene más fuelle, a ver quién hace más el ridículo. Mientras, en las calles de Villena, otras personas se preocupan de otras cosas, puede que más o menos importantes, que buscan defender la dignidad de las personas, de los animales, de nuestro medio ambiente. Les admiro porque lo hacían ayer, y apostaría alguno de mis dedos a que lo seguirán haciendo mañana.