El Volapié

Roland Garrós en Villena

El pasado fin de semana nos trajo un cuento con moraleja mientras se celebraba la final del Torneo de Roland Garrós, que tuvo que suspenderse varias veces debido a la lluvia y que Rafa Nadal ganó en la reanudación del lunes porque es un deportista fuera de serie, porque interrupciones como esas han sacado de los partidos a más de uno. Ya ha tenido mala suerte Nadal de no haber nacido en Villena. Hubiera tenido más facilidades en su carrera.
Muchos revisteros –demasiados diría yo– han culpado de las interrupciones que hubo durante el partido a la climatología, siendo esta inocente de toda inocencia y cuya responsabilidad sólo puede atribuirse como mucho a las circunstancias climatológicas adversas. Antes se decía lluvia intempestiva. Ni la climatología tiene culpa de nada en este caso, como la epidemiología no la tiene de la existencia de la gripe A, ya que las pobres ciencias limitan su responsabilidad al estudio de los citados fenómenos.

Nada de esto hubiera sucedido en Villena porque aquí tenemos una Plaza de Toros de carácter multifuncional en cuanto a sus facetas, que además es de carácter permanente en lo que respecta a la Tauromaquia, que tampoco tiene culpa de las cosas que nos pasan a los de Villena.

Subjetividad por subjetividad es subjetividad al cuadrado y la Plaza es considerada por muchos como un monumento sin parangón, mientras que otros tantos no son capaces de ver en ella más allá de un lastre con un montón de ceros. El hecho de su construcción es determinante.

Los primeros no admiten que la obra se pudo haber realizado mucho mejor por menos dinero, los segundos se muestran incapaces de verla como una hermosa herramienta y en medio nos pilla a los villenenses rasos pagando los platos rotos. Y mientras tanto, Roland Garrós se tuvo que suspender por la lluvia.

Imaginen –hagan un esfuerzo, que se puede– que la final este torneo se hubiese celebrado en la Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima. Sin sangre de toros en el albero, sin participación de empresas de capital villenense y sin que eso repercutiese en beneficios directos o indirectos para nuestra ciudad… porque estas premisas son importantes: si la organización de Roland Garrós propiciase la lidia de toros fuera del día 7 de septiembre, o diese la oportunidad de participación a empresas de aquí, o del campeonato pudiera derivarse algún beneficio legítimo para alguien de Villena, en esta situación no tendría posibilidades de prosperar tal iniciativa porque aquí estamos para otros asuntos.

Por eso Roland Garrós se tuvo que suspender. Por la lluvia. Porque no se hizo en Villena. Afortunadamente la Plaza albergó un acontecimiento de mayor importancia para quienes participaron en él y para quienes se deleitaron viéndolo: la exaltación de las Regidoras.

Difícilmente se puede volar más alto y con más aspiraciones en una ciudad cuyas Fiestas son inmejorables, de diez, como autoproclaman los organizadores. Lo demás no tendrá importancia hasta que vuelva el día 10 de septiembre y con él la boca del lobo.

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