El Diván de Juan José Torres

Sanidad: incentivos macabros

Nunca he deseado mal a nadie pero, por una vez y sin que sirva de precedente, me alegraría que Conseller de Sanidad, Manuel Llombart, le diera algo. Por ejemplo un estrangulamiento de hernia testicular, para que en urgencias le pusieran un braguero y le mandaran para casa; un ataque de apendicitis, para que el médico le diagnostique un corte de digestión que le provoca gases; una angina de pecho, para que le receten un relajante muscular porque estiman que es una contractura, o un trombo femoral que confundan con un edema producido por una contusión. En cualquier caso me temo que el regidor, de acudir al médico, lo hará por la medicina privada, no por la Sanidad Pública de la que es el máximo responsable.
Esta introducción un tanto hostil viene al caso por lo que va a aplicar en nuestra Comunidad Valenciana: incentivar a los médicos con un complemento a final de año si se ajustan a una productividad variable. Para que lo entiendan, el Conseller está dispuesto pagar 18,5 millones de euros entre los profesionales de la medicina pública que receten menos, deriven en menor número a los especialistas y eviten, en lo posible, el volante para urgencias. Una vez el paciente llega a urgencias, si su situación clínica así lo requiere, se incentiva también al personal hospitalario para que el ingreso no se demore más de la cuenta y se le conceda el alta cuanto antes.

O sea, que si usted está jodido del todo, pero todavía no lo suficiente para morirse, le mandan a casa enseguida con las prescripciones pertinentes, tendrá que pagarse los fármacos porque no se los van a recetar y encomiéndese a Dios. Afortunadamente siempre hay contestatarios y muchos profesionales sanitarios ya han comentado que están dispuestos a renunciar a 500 euros antes que poner en peligro la salud o recuperación de sus pacientes. Si el don más preciado que tenemos, más que el dinero o incluso el amor, es la salud, y ésta ha sido hasta ahora universal y gratuita, es inaudito que en base a unos criterios mercantilistas se juegue con la vida de las personas.

La ley del péndulo vuelve a mostrarnos su peor versión, pues si hasta ahora numerosos médicos recibían pluses o regalos por promocionar o recetar determinados productos farmacéuticos, hábitos que deberían ser ilegales, de la noche a la mañana cambian las consignas y se recomienda no recetar, y a quienes esto hagan tendrán una compensación económica. Antes se pecaba por exceso y ahora se pecará por defecto, el caso es que para amortiguar el despilfarro se recurre ahora a la escasez. Así las cosas la industria farmacéutica ha alzado su ira porque ven peligrar sus ingresos con tanta merma tacañera. Pero entre el exceso y el defecto, entre el abuso y la mesura, se encuentran millones de personas que han cotizado o cotizan, que puntualmente se ponen malos porque tienen derecho a estar alguna vez enfermos, que miles de ellos son pacientes crónicos y otros tantos llegan a un hospital para morirse de verdad.

Y con estas personas no se puede jugar, ni con sus esperanzas ni con sus vidas. Los enfermos, puntuales o crónicos, son absolutamente inocentes y no pueden ser conejillos de indias, sujetos a las ligerezas de unos o a los ahorros de otros; no puede la población paciente impacientarse por los negocios de un sector, por los 49 indicadores que menguan un presupuesto o por los alucinados decretos de un Conseller. 500 euros de propina no pueden ser negociables para quien necesite acudir al especialista o prolongar la estancia hospitalaria para una mejor recuperación.

Y si esto va a ser así pido a mi Santo que al Conseller le caiga encima un meteorito, pero a él sólo.

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