Bien estamos, estamos

Santos a nuestra edad

Que nosotros querríamos haber sido como alguno de ellos es cierto, pero lo recogido en el libro nos lo ponía difícil

Según determinaba la censura de la época, en las primeras páginas del libro consta el NIHIL OBSTAT –nada se opone, no hay objeción– y el IMPRÍMASE. Firmados, lo primero, por el censor doctor Felipe Casañas, Presbítero; lo segundo por Gregorio, Arzobispo-Obispo de Barcelona. Todo en la ciudad condal el ocho de mayo de 1963 y por mandato de su Excelencia Reverendísima doctor Alejandro Pech, Presbítero, Canciller-Secretario. Protocolo que certificaba que el contenido del libro se ajustaba a los cánones establecidos por la moral y por la ideología del régimen vigente, las del nacionalcatolicismo. Gregorio Arzobispo-Obispo de Barcelona era Gregorio Modrego Cassaus (Cassaus, Casáus o Casaús, según fuentes), sacerdote vinculado a la dictadura franquista.

El libro –editado por la EDITORIAL VILAMALA, calle Valencia, 246, de Barcelona– se titula Unos santos a tu edad, obra del reverendo doctor Luis Sanz Burata. Como consta en un subtítulo, se trata de una "Selección biográfica de Niños y Jóvenes Santos". Concretamente recoge las vidas de Santo Domingo Savio, San Tarsicio, San Estanislao de Kostka, San Venancio, San Luis Gonzaga y Santo Dominguito del Val. Las vidas y no menos las muertes. Los seis capítulos, uno por santo, se presentan apostillando una peculiaridad del protagonista: Domingo Savio, "el santito de chaqueta y pantalón". Tarsicio, "el acólito mártir de la Eucaristía". Estanislao, "el lirio de Polonia". Venancio, "vencedor de los tormentos". Luis Gonzaga, "marquesito, paje y novicio". Dominguito del Val, "el monaguillo crucificado".

Pretendiendo como pretendemos evocar vivencias e inquietudes de nuestra infancia, lo hemos vuelto a hojear y… Si decimos que no lo recordamos como un libro amable, no mentimos. Siendo un libro bello no lo recordamos grato. El objetivo del autor, manifestado en la presentación, era por un lado demostrarnos que había santos que lo habían sido en edad temprana, "como capullos en flor, prestos a abrirse al suave beso del Sol de toda santidad, Cristo Jesús". Por otro, invitarnos a ser como ellos. Pero esas vidas, esos sacrificios... El reto se nos presentaba imposible. Releyéndolo ahora hemos sentido el mismo desasosiego que sentíamos cuando niño, ojeándolo en la cama, vivíamos las peripecias narradas sobre estas santas criaturas.

Bien ilustrada la obra, algunas imágenes presentan momentos tan trascendentales como trágicos de sus vidas. Entre las que más nos impresionaban, la de la paliza a Tarsicio para arrebatarle los Sagrados Misterios o la Sagrada Eucaristía. No menos la que representaba los golpes y palizas a Estanislao. O la relacionada con el criminal secuestro de Dominguito del Val, una, y otra la de su martirio.

Y hay otras que siendo favorables no dejaban de inquietarnos. Así la de Domingo Savio, alzado en su lecho de muerte, glorificada ya su cabeza, ofreciéndose a la Virgen que en compañía de serafines le buscaba para acogerlo; esto, ante el duelo desesperado de sus padres. Así también esa Virgen, acompañada de dos ángeles, acudiendo a recoger el cuerpo de Estanislao muerto. Pero también hay imágenes simpáticas que nos atraían. Como la de Domingo Savio camino de la escuela pisando charcos. Y otra del mismo separando a unos chicos que se pelean. O la de los leones lamiendo los pies a Venancio en el anfiteatro.

Que nosotros querríamos haber sido como alguno de ellos es cierto, pero lo recogido en el libro nos lo ponía difícil. Difícil porque si eran muchas sus virtudes, no menos eran sus sufrimientos. Al tiempo, de aquellos años también recuerdo un intenso pavor a la muerte. Así, la posibilidad de salvarnos para la vida eterna celestial, como veíamos que se garantizaba para aquellos santos que lo habían sido a nuestra edad, nos animaba a imitarles. Nos animaba.

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