Se adelanta la República
[Esta columna fue publicada la semana pasada por EPDV]. A pocos días de que tenga lugar el primer festejo taurino en la flamante Plaza, va a suceder que este acontecimiento eclipsará cualquier columna que pudiese redactar para el próximo número, coincidente con el 14 de abril. Que no se por qué me empeño en hacer coincidir mis deseos republicanos con esta conmemoración tan poco recomendable.
Si la Primera República fue un absurdo de tomo y lomo, la Segunda tornó sus ilusiones iniciáticas en unos planteamientos que enfrentaron a las dos Españas con algo más que intentos de exclusión de una por parte de la otra.
Soy republicano porque estoy convencido de que esta forma de democracia es sensiblemente más justa que la monarquía, ya que en una república a nadie le emana la Jefatura del Estado por la Gracia de Dios, ni el heredero del Gracioso es su hijo varón aunque este tenga hermanas mayores y ni siquiera hay heredero porque en una República la gracia es que cualquier ciudadano puede optar democráticamente a la máxima autoridad nacional.
Aunque don Juan Carlos de Borbón fue el sucesor del Generalísimo Franco a título de rey, ha demostrado con creces su determinación democrática y nadie puede dudar de su amor por el pueblo español. En justa reciprocidad, el pueblo español le debe estar y le está agradecido, pero no termino de comprender por qué no puede aspirar a que Su Majestad se retire con todos los honores y nos ahorre la papeleta del heredero, de la injusta sucesión -aunque las feministas no se pronuncien- y la legión de nietos que vienen al abordaje de la presidencia de diversas fundaciones y otros destinos de privilegio sin asumir ninguna de las duras obligaciones, como ha hecho don Felipe, quien vive con las prebendas del rey, con lo mejor de un ciudadano de a pie y con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. Tras la muerte del Monarca, a todos ellos se les debería invitar a ingresar en la sociedad civil sin más dilación, a sabiendas de que todavía pasarán muchas generaciones hasta que normalizasen su situación.
La República con la que sueño asignará un voto de igual valor a cada ciudadano, iguales derechos y deberes independientemente de la residencia, respetará la libertad religiosa, ideológica y de conciencia sin adoctrinamientos ni prohibiciones, establecerá la listas electorales abiertas asignando a los partidos políticos su justa importancia, cuidará especialmente el mantenimiento de la división de poderes como pieza clave de las garantías jurisdiccionales, velará con mimo para que las propias leyes e instituciones garanticen los derechos fundamentales y las libertades públicas, reconfigurará el insostenible estado de las autonomías, respetará a las minorías evitando que su poder sea superior a la proporción que le hayan conferido las urnas, considerará que la unión hace la fuerza y que la bandera roja y gualda es un símbolo que representa a todos, tal y como establece la actual y paradójica Constitución de 1978, que consagra la igualdad de sexos excepto para uno, lo cual me parece injusto.
Mucho más por tratarse del Rey.