Apaga y vámonos

Se busca “amigo”

No se piensen mal, eh. Que ni estoy aprovechando los últimos coletazos (va sin segundas) del Día del Orgullo Gay para “pillar cacho” ni pretendo recordar al bueno de Paco, ese chico grandote y bonachón que se ofrecía en adopción hace unos días desde el espacio que tradicionalmente ocupan en EPdV los perritos de la Protectora.
En realidad, estoy pensando en otro amigo. Pepe Valdés está triste. ¿Qué tendrá Pepe Valdés? Me ha costado adivinarlo, señora. La verdad es que desde hace varias semanas lo veía mohíno, algo taciturno, tirando a depre incluso… hasta el punto de que, en un arranque casi paternal, lo llamé a mi vera y le invité a desahogarse. Así, mostrando mi mejor predisposición para la empatía, creé un ambiente adecuado para las confidencias, lo que finalmente me permitió romper su coraza y de manera lenta pero constante comenzó a fluir una explicación. “Es el Atleti”, decía, que llevamos 11 años sin comernos una rosca por mucho que yo les animo, les escribo artículos y hasta pido una fuente para futuras celebraciones… De ese modo, entre maldiciones a los Gil y a los vecinos de Chamartín, fue elaborando un discurso en parte coherente que a otros habría engañado, pero no a mí, que ya soy perro viejo y a Pepe me lo veo venir de lejos.

“Excusas”, le dije. Lo tuyo es algo más profundo, más personal… ¡Es mal de amores, Pepe! Cómo se me había podido escapar hasta ahora. Por mucho que queramos hacernos los duros y dejar entrever que la cosa nos resbala, cuatro años de relación son muchos años. Atrás quedan infinidad de anécdotas, recuerdos, alegrías y proyectos compartidos, esperanzas comunes que han ido quedando en el camino a medida que se vaciaban las alforjas de ilusiones y se iban llenando de esos conflictos tan inútiles como inevitables que salpican toda relación… Y al final sucedió lo que tenía que suceder. Se fue. Abandonó a Pepe como se abandonan los zapatos viejos (sí, es Sabina, un guiño colchonero) y lo dejó compuesto y sin diana para sus dardos.

Pobre Pepe. ¿Qué será de él sin Antonio Pastor? ¿A quién dedicará sus escritos? ¿A quién dará los “buenos días” desde El Expreso de la Mañana? No se pueden imaginar lo que sufro cuando lo veo vagar de esquina a esquina de la Redacción farfullando y maldiciendo en arameo, preguntándose qué es lo que ha hecho mal, en qué pudo fallar, si existirá alguna posibilidad –por remota que sea– de regalarse mutuamente una segunda oportunidad, de vivir ese momento mágico e irrepetible, esa segunda luna de miel en que se convierten las reconciliaciones…

Entonces yo, que soy más bien pragmático, le digo que debe olvidar, que aquello ya pasó (a no ser qué Cate o Pachi se cansen, corra la lista y aparezca de nuevo a alegrarnos la semanas…), que lo mejor es mirar adelante e intentar buscar algún otro “amigo” entre los 12 integrantes del nuevo equipo de gobierno… Él se resiste, pero sabe que en el fondo llevo razón, y también tiene claro, aunque aún no lo quiera reconocer, que el tiempo cura las heridas y finalmente vuelve a amanecer, porque el sol es algo que sale para todos.

Ese día llegará, no me cabe duda. Pepe hará un nuevo “amigo” y recobrará la ilusión por sentarse a escribir, por leernos los titulares de la semana desde la radio, por otorgar blasones y títulos heráldicos a quien ocupe de nuevo su corazón… Pepe volverá a ser feliz, pero cosa bien distinta es cómo se sentirá el nuevo “amigo”. A nadie que le pase.

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