Sé insumisa aunque te cases
Hace escasamente unas semanas el arzobispo de Granada volvió a crear polémica al editar un libro cuyo título es contraproducente en los tiempos que corren: Cásate y sé sumisa. Contraataca el arzobispo contra quienes consideramos inapropiada la publicación afirmando que los que le critican tienen otros intereses y otros motivos que no son precisamente la defensa de la mujer o la preocupación por su dignidad. Avisa además de que en breve aparecerá otro de la misma autora titulado Cásate y da la vida por ella. Hombres de verdad para mujeres sin miedo, inspirados ambos en la Epístola a los Efesios y en donde la sumisión y la donación (el amor) poco o nada tienen que ver con las relaciones de poder que envenenan los vínculos hombre-mujer.
El mencionado arzobispo, Francisco Javier Martínez, justifica que el libro está ayudando a muchas personas, mientras su autora, la italiana Costanza Miriano, defiende que su obra ha sido malentendida. Para cerrar el círculo, el Vaticano, a través de su diario L´Obsservatore Romano, bendice la divulgación declarando que es un divertido manual de evangelización. No sé lo que les parecerá a ustedes, pero haciendo un repaso a la historia me evoca a términos como colonización, alfabetización, evangelización, sumisión
En definitiva, rendición a un nuevo dominio, a un nuevo poder llegado desde otros confines que impone su cultura, sus costumbres, su ideología, su religión y su propia lengua a unas sociedades más o menos tribales que por lo menos vivían en paz y sin lecciones morales de nadie.
Volviendo al hilo del artículo estoy convencido de que el verdadero ideario de una pareja, cuando contrae matrimonio, es ayudarse mutuamente, protegerse, mimarse, quererse y viajar sus caminos juntos y de la mano sorteando enfermedades, obstáculos, dificultades y penurias, felicidades y satisfacciones, hasta el final de sus días. Ese es el ideal, hasta que la muerte nos separe. Yo entiendo que el mensaje y la intención del libro es ese, el de ayudar a las parejas a compartirlo todo y respetarse hasta el final, pase lo que pase y ocurra lo que ocurra. Sin ser malpensado creo de verdad que tanto la autora al escribirlo, el arzobispo al editarlo y el Vaticano al avalarlo desean, de buena fe, favorecer las relaciones de las parejas.
No obstante es necesario afinar muy bien los mensajes y seleccionar muy bien las palabras. Vivimos en una sociedad profundamente xenófoba y machista, donde el matriarcado suele imperar de puertas para adentro, donde la madre o la esposa suele ser quien administra, aconseja, manda o ejecuta las principales decisiones. Pero nada de eso ocurre de puertas afuera, pues es el hombre quien, desde las estructuras piramidales de la sociedad, mayoritariamente controla y domina en la política, en las relaciones laborales e incluso en los salarios por el mismo trabajo, quedando la mujer en clara discriminación e inferioridad. Nuestra cultura ha transmitido, generación tras generación, el predominio del hombre sobre la mujer, hasta tal punto que recientes estudios revelan que el machismo está muy arraigado entre los adolescentes.
Hay que ser, por tanto, delicadamente cuidadosos a la hora de utilizar las palabras y usar un lenguaje menos controvertido. Vivimos tiempos de trágicos episodios, de una crónica violencia de género, donde el maltratador cree que su pareja es de su propiedad y debe asumir ésta, por tanto, sus caprichos y sus excesos, y cuando ella le amenaza con dejarle es capaz de arrancarle la vida. Sé que los que maltratan a las mujeres no leerán el libro, ni siquiera revistas o periódicos, excepto algún deportivo en la barra de un bar.
Pero sí leen los titulares de un artículo de prensa o el titular de un noticiario. Al animal hay que atemorizarle, no darle alas. Si el papel de la mujer es ser sumisa se refuerzan, sin querer, los abominables instintos de un energúmeno cuando se le rebela su pareja.