¿Se puede hacer algo con La Plaza?
Vale, ya sabemos que la construcción de esta nueva plaza de toros aprovechando la fachada de la antigua ha supuesto un fiasco económico para las arcas de nuestra ciudad. Pero tenemos que aceptar que hemos de solucionar esta jugada que proviene de la gestión de los anteriores gobiernos municipal y autonómico, cuya gestión y administración actual corresponde al gobierno en vigor y que pagaremos entre todos, sin lugar a dudas.
Como la cosa está como está, los actuales mandatarios están analizando y proponiendo algunas opciones para pagar el pato lo cual está muy bien y espero que una de estas opciones sea la gestión del recinto como si se tratase de una actividad empresarial. Se sabe que esta es una opción compleja pero considero que todo gobernante que se precie se debe a la obligación de intentarlo todo antes que resignarse sólo a pagar o a aguantar hasta que la plaza se muera de risa. Es lo que hacemos los mortales comunes para sacar adelante los negocios en los que nos estamos jugando nuestro propio dinero. Esta es la clave. Cada mañana trabajamos para que aquello que emprendemos resulte rentable y no es una broma afirmar que se trata del pan de nuestros hijos. Sin embargo, para los políticos salvo la excepción que confirma la regla su pan se encuentra en el sillón y no en si un centro aporta beneficios, pérdidas o si se alcanzan objetivos de rentabilidad.
Estamos en malas manos, muy malas manos. Y no porque las manos de Esquembre o las de Lledó no sean buenas manos, sino porque el actual sistema que estamos acatando una democracia muy mejorable tiene una especial condescendencia con las actuaciones presuntamente negligentes de los políticos al mismo tiempo que ejerce numerosas funciones de control y fiscalización de los ciudadanos de a pie. La permisividad que el régimen ofrece a los políticos nefastos favorece las imprudencias de estos a la hora de administrar el dinero de todos, como es posible que haya sucedido con la construcción y financiación del citado recinto, presumiendo todas las inocencias.
En este asunto, igual que en otros tantos que afectan a posibles malas gestiones de políticos, nadie ha robado ni ha matado. Por eso se echa de menos la existencia de un tribunal integrado por juristas que pudiese incoar en principio diligencias informativas y a la vista de ellas celebrar un juicio en el que se respetasen todas la derechos y garantías de los implicados, así como que el resultado fuese una sentencia que dejase claras las responsabilidades.
Mientras tanto, sólo palabras. El anterior equipo de gobierno sale del paso como puede y no es culpable puesto que no hay forma de juzgar su actuación. Quien rogó que se le permitiese pagar la cuenta se halla desaparecido en combate y sin decir ni pío. El equipo de gobierno lo explica y se muestra impotente ante la compleja situación.
Por nuestro bien, que aparezca un buen adjudicatario y que nos atrevamos a mejorar esta penosa democracia.