El Diván de Juan José Torres

Senadoras lenguas (algunas viperinas)

Ahora que el castellano ya no sirve, porque ha sido excluido en el sistema de patentes de la UE en beneficio del inglés, francés y alemán, se estrenan las lenguas oficiales en nuestra Cámara Alta, conocida como el Senado. Bien es cierto que desde 2005 se están utilizando las cinco lenguas reconocidas en esta institución: catalán, euskera, gallego y valenciano, además del español. El mallorquín ya cedió sus derechos a favor del catalán, como podía haber sucedido con nuestra lengua autónoma. El caso es que desde el 18 de enero los cinco idiomas comparten protagonismos en la Cámara de Representación Territorial.
Imagínense que el senador gallego del BNG Xosé Manuel Pérez Bouza diga en su intervención: “A lingua do Santo Apóstol é mellor que la Cervantina, porra políticos inepto de merda, ovos, nabo bobada, carallo”, y el senador del PP Muñoz-Álonso requiera a la traductora: “oiga señorita, ¿qué ha dicho de ovos, nabos y carallos…?”. Que el senador del PNV Iñaki Anasagasti, enojado, comente: “jun papatik artzien (vete a tomar por culo), ama putin semie (hijos de puta) o izorratu zaitez (jódete)”, y el senador del PP Julio de España exija explicaciones a la intérprete: “señorita, ¿qué dijo el hombre?”.

Y la empleada, para suavizar el asunto diga: “no, el senador ha comentado que luego, en los pasillos, se alineen y se pongan de espaldas”. O que el senador de ERC Josep María Esquerda se despache con “carallot, pastanaga, llanut, disortat, calçasses, cul d´olla” lo que es lo mismo que caradura, poco conocimiento, ignorante, desgraciado, calzonazos y persona que no sirve para nada. Y entonces el senador del PP Juan Van-Halen hace la pertinente pregunta: ¿”Qué diu”? A lo que responde la licenciada: “tranquilícese senador. Su colega catalán deliraba”.

Y que Joan Lerma, senador del PSOE, comente: “ves a l´orat hafer novena, o ves-te´n a pastar fang, furgamerdes”, que es lo mismo que decir “corre y vuela”. Y alguien podría suplicar: “Señorita, ¿qué ha sugerido el Sr. Lerma respecto a la novena y al fango?”. Sí, ya sé que esto no va a ocurrir porque nuestros senadores son políticamente correctos aunque se duerman en las sesiones. Perdónenme la broma el hecho de que los perjudicados sean senadores del PP. Pero es que resulta que la normativa del uso de estas lenguas fue aprobada con fuertes concesiones por parte del Gobierno, como el apoyo de los nacionalistas a los Presupuestos Generales.

Hasta ahora en el Senado se hablaban las reconocidas lenguas solamente en su Comisión General, quedando ya consolidadas en las sesiones y en los debates de mociones. Todo lo cual significa la compra de 400 auriculares a 11,32 euros por unidad, 25 traductores contratados que realizan su trabajo en turnos, siendo necesarios 7 por sesión: dos intérpretes en gallego, dos en catalán, dos en euskera y uno en valenciano, porque nuestros representantes autonómicos intervienen menos. Cada sesión, que es quincenal, tiene un coste de 11.950 euros y anualmente supone 350.000. Escaso gasto para tan importante misión, defienden los promotores.

Asumo que en los Parlamentos Autónomos se hable la lengua vernácula, para protegerla y potenciarla. Pero no cabe, en mi escasa capacidad cerebral, que se pierda el tiempo y el dinero en debates con distintas lenguas en una Institución Política como el Senado. Mañana será en el Congreso de Diputados si es que no se pone remedio, cuando el castellano es la lengua de todos, mientras constitucionalmente no se demuestre lo contrario. Faltaría más que en Bruselas, en el Parlamento de la UE, se hablase en los miles de dialectos lituanos, letones, estones, chipriotas, eslovenos, eslovacos o chequios.

Porque si esto sigue así y un mal día tengo que comparecer ante un juez, en nuestro inundado Palacio de Justicia, lo mismo me encuentro una intérprete si el demandante es un valenciá. ¡Cuánto cuesta la crisis con tanta insolvencia mental!

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