Sin ejemplo no existe convicción
Un artículo publicado en el Diario Información el diecisiete de febrero me ha inducido a entretenerme con esta columna. A las clases no pudientes europeas, las más desfavorecidas y también las medias, cada vez con menos recursos, nos dan por todas partes. Deben pensar los diseñadores de la economía, con sus títeres gobiernos, que somos tontos, sumisos o quién sabe si también masoquistas, pues nos machacan con mensajes poco tranquilizadores cuando no nos atracan el bolsillo con impuestos y recortes sin fin, que ambas cosas suceden al mismo tiempo sin que nos demos casi cuenta. Pero nos ocupan tanto los quehaceres de la Pantoja o los culebrones interminables de los programas de Jorge Javier Vázquez que los mandamases no paran de lanzarnos collejas porque fuimos incapaces de repeler la primera.
Mario Draghi, ex alto directivo del omnipresente grupo banquero Goldman Sachs, ex Director Ejecutivo del Banco Mundial y Presidente del Banco Central Europeo desde el uno de noviembre de 2011, aumentó su sueldo en 2016 un 1%, alcanzando unos ingresos de 389.760 euros. Desde que entró a ocupar la dirección del BCE su salario básico se ha incrementado un 5%, siendo un 12,9% su aumento desde el estallido de la crisis en 2007. El BCE logró un beneficio neto en 2016 de 1.193,10 millones de euros, mejorando así un 10,2% respecto al año anterior.
Sin embargo el BCE, nutrido de caudales públicos de los veintiocho países que componen la UE, es incapaz de rescatar a sus socios cuando están en dificultades financieras, optando por financiar a los bancos para que éstos sean los que hacen el negocio redondo al reflotar con sufragios económicos a los gobiernos en crisis, como el griego o en su día el español. El BCE da dinero a la Banca al 1% de interés y los bancos agradecen el gesto dando dinero a los Estados al 6 o 7%. ¿En manos de qué tipo de usureros estamos? ¿Qué ocultos intereses maneja nuestro único banco público y oficial para proteger y favorecer a la banca privada europea?
¿Cómo va a exigir, más que sugerir, Mario Draghi, como máximo mandatario económico de Europa, a los gobiernos de la eurozona más recortes, más ajustes, más medidas de austeridad pública? ¿Con qué autoridad moral apremia a que los ciudadanos de a pie nos apretemos todavía más el cinturón, cumplamos con nuestros deberes tributarios, trabajemos más años, cobremos menos por ello, nos acostumbremos a empleos precarios, suframos más carencias en sanidad y educación, mandemos a nuestros hijos a trabajar fuera de su país porque aquí hay trabajos sin futuro, existiendo en Europa hoy corrientes antiinmigrantes y sin tener aseguradas las pensiones el día que por fin nos retiremos?
¿Qué código ético tiene Mario Draghi, en su vida de hombre rico, al pretender que los que no lo somos vivamos con más estrecheces? ¿No ha pensado nunca que si él es un hombre privilegiado es porque millones de trabajadores sin lujos le damos de comer? ¿Y a cambio de qué? ¿De que nos llame continuamente la atención desde Bruselas porque no trabajamos lo suficiente, de que cobramos mucho, de que queremos jubilarnos pronto? ¿Acaso no sería mejor para usted que el BCE rebajara ostensiblemente sus emolumentos y el de sus propios ejecutivos? Así resultaría más fácil que el resto de humanos, humildes y sencillos, le entendiéramos; apreciáramos mejor sus consejos y quizás, quién sabe, los asumiéramos sin rechistar.
Pero mire por dónde no me fío ni de usted, ni de su Banco Central, que yo pensaba, qué iluso, que también era mío, aunque menos que de usted. Mire por dónde, cada vez que abre la boca o publica algo en documento oficial, se me ponen los vellos de punta, tuerzo el morro, se me alzan las orejas y se me altera la serenidad; porque intuyo que sus intereses particulares están a años luz de los míos, porque mi única ambición es vivir en paz y tranquilo y usted convierte la calma chicha en desasosiego.
Cuando predique con el ejemplo puede que, algún día, convenza sin chistar.