Sólo diez gotas
El pasado viernes comenzó la Feria de San Isidro y tuve la suerte de ir a Madrid a disfrutar de unos agradables días de trabajo además de la esencia torera de mi amigo Curro Díaz, excelente matador y hombre de cordial amabilidad.
A los toros se puede ir con pañuelos y con termómetros para pedir trofeos y medir las ovaciones. De hecho, nuestra fiesta no podría subsistir sin la presencia en las plazas de estos tipos de aficionados, entre los cuales todos nos hemos encontrado en alguna ocasión por raro que parezca.
Sin embargo, lo grandioso sucede cuando uno es capaz de sentarse en su localidad del tendido y aguardar con los poros abiertos a que se produzca el milagro, a que aparezca por los chiqueros un toro con clase y bravura, de esos que salen descolgados de cara y saben meter la ídem sin que nadie les haya explicado una sola lección de tauromaquia. Los poros abiertos y la retina atenta a la espera de que Curro se salga del tercio con la muleta baja, los riñones apretados, los talones asentados sobre la arena y los brazos desmayados.
Con sólo diez gotas no más fue capaz de realizar el milagro de los panes y los peces, caminar sobre las aguas y el hallazgo del Santo Grial, poniendo de acuerdo a todo el público de la plaza más importante del mundo. Luego ya llegarán los del cómputo de las orejas, las vueltas al ruedo y los taquilleros que siempre copan los primeros puestos del escalafón, pero a estas alturas ¿qué más dará un pañuelo que siete? Como les estoy hablando de esencias -si me permiten la comparación- sería lo mismo que estar con una mujer y diez gotas de ylang-ylang y preferir un chorro de formol, por aquello de la cantidad.
Diez gotas de ylang-ylang aplicadas sensualmente sobre la piel tienen la curiosa habilidad de producir al principio una suave sensación relajante, de transmitir un profundo sentimiento de bienestar hasta el punto de reducir los latidos del corazón y convertir lo agitado de la vida en la antesala del más agradable de los sueños. Al principio esto, y en seguida se torna en el mejor estimulante que puedan ustedes probar jamás, con efectos afrodisíacos tan grandes que resulta imposible disimular.
Curro inauguró este San Isidro con un marmolillo y un impresionante run-run en la plaza, pero en su segundo se estiró confiado a la verónica y después de una lidia eficaz nos hizo su regalo. Tras dos pases por bajo de cartel, el goteo del arte de Curro se convirtió en un derroche de toreo del bueno, rematando con la izquierda un toreo de cante hondo que ha dejado preparado el caminico para su salida por la puerta grande el próximo 1 de junio.
Como si de pronto notásemos por la espalda un chorro de ylang-ylang, con su narcótico aroma anaranjado, a la par que empiezan a abrirse las fosas nasales y la esencia se filtra a la sangre a través del sistema linfático