Cultura

Sólo mi yo

El pasado viernes tuvimos ocasión de asistir al espectáculo Solomillo en el Teatro Chapí de nuestra ciudad. La propuesta venía de mano de la conocida compañía de teatro Sexpeare en la que Rulo Pardo y Santiago Molero acostumbran a trabajar textos, puesta en escena e interpretación.
No se dio el caso en esta ocasión ya que, al menos físicamente, la única persona que pisó el escenario –salvada la linda conejita que realizó las labores de azafata– fue el actor alicantino Fele Martínez. Debe resultar sencillo ponerse en antecedentes antes o después de asistir al espectáculo, puesto que en Villena hemos podido ver unos cuantos trabajos de la compañía (Hipo, For Sale…) y al actor lo conocemos por su participación en trabajos cinematográficos de relevancia (Tesis, Los amantes del círculo polar, La mala educación…).

Concretamos entonces, tras revisar someramente los datos que tenemos, que estamos ante un monólogo con tintes surrealistas y cierta irreverencia. Y si esta es su conclusión vamos por buen camino. Solomillo es un relato casi épico en el que asistimos a la búsqueda de una persona, un filete en el presente caso, de su propia identidad: su fin, su quién soy y porqué estoy aquí. La línea de peripecias donde discurre el personaje se sitúa en un estadio que transita entre el mundo real que conocemos y su extrapolación al entorno que rodearía a un filete de cerdo, un entorno y unos personajes que circundan más el universo de los dibujos animados que nuestras calles de cemento. El texto deforma el lenguaje coloquial con juegos de palabras, redundancias, onomatopeyas y palabras truncadas o entrelazadas.

De igual modo, la expresión corporal, el gesto, toma parte del mimo y del lenguaje corporal no sólo para crear poéticamente o narrar las acciones, sino que junto al lenguaje hablado conforma un nuevo idioma que pese a la cercanía con el nuestro se hace diferente y distancia al personaje de nuestra realidad. En esta epopeya alocada en que se envuelve el personaje no faltan escenas de gran comicidad, como tampoco otras tremendamente dramáticas, cuya sucesión da profundidad al personaje y a la magnitud de los objetivos pretendidos. Encontramos pasajes que incluso podrían recordar algunas propuestas de Tenessee Williams (Háblame como la lluvia, por ejemplo). Juan Solomillo busca su espacio en el terreno laboral, vive su tragicómica historia de amor y al fin el desenlace de acontecimientos lo arrastra a una lucha interna en la que el individuo debe responder, aunque suponga equivocarse, sobre quién es él mismo. Una propuesta divertida y novedosa que hace saltar al monologuista de la banqueta para hacerle andar, vivir y recorrer un mundo que le es desconocido, un mundo que evidentemente no ha conocido en el taxi que lo trajo al teatro. Como guinda, un sorprendente trabajo de Fele que reúne sin imitación el conocido estilo de Sexpeare y su particular aportación.

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