De recuerdos y lunas

Su concierto

Esta semana los que nos sentimos salesianos hemos celebrado la festividad de san Juan Bosco. Todos los treinta y uno de enero me acuerdo de lo feliz que era este día. Sobre todo porque en el Colegio era fiesta, no había clase sino juegos. Y nos echaban cine gratis. Hoy, todos los treinta y uno de enero, soy feliz por lo mucho que debo a los Salesianos, Salesianos de don Bosco. Y me gusta enviar a algunos amigos, Antiguos Alumnos, el "Su concierto" que cantábamos a grito pelado.

Cuando pisoteaba el patio del Colegio María Auxiliadora de Villena, cuando jugaba a la lima y a las canicas en el campo de fútbol, cuando jugaba al fútbol si jugar al fútbol era perseguir en tropel un balón, cuando comprobaba en mí mismo la fuerza centrífuga enganchado en la bola, cuando trepaba por el palo que era cucaña, cuando jugaba al frontón con pelotas que parecían piedras, cuando pateaba en el cine la carrera de los buenos, cuando –también en el cine– gritaba el apagarse la luz, cuando salía dando gritos por el portón, cuando hacía apuestas a ver quién berreaba más bestialmente las sesiones colectivas y vespertinas de canto o haber quien –valiente– variaba las letras delante de don Alfonso Vicent (q.e.p.d. y nos perdone) de esas canciones por otras letras gamberras ("Soldados de Tarzán / que sobre la Chita van / sin temor y sin desmayo" en vez de "Cosacos de Kazán / que sobre caballo van / sin temor y sin desmayo." de la zarzuela "Katiuska" que don Alfonso intentaba enseñarnos), cuando rezaba en la Iglesia ante esa imagen de María Auxiliadora que tanto quiero porque mi madre tanto nos enseñó a quererla, cuando en la Iglesia se nos iba el santo al cielo y nos perdíamos recreándonos en los relieves que representaban escenas referidas a los sueños de don Bosco, especialmente entreteniéndonos en aquel de los niños peleándose, los animales, el señor y la señora, los corderos, esos sueños que nos habían contado o habíamos visto en filminas –que así siempre se llamaron las diapositivas en el colegio– nos mentalizábamos: "No con golpes. No con golpes. Con mansedumbre y caridad."

Cuando toda la infancia, jamás imaginamos que nos fuera a servir tanto, para nuestra profesión del profesor que queremos ser, lo vivido y aprendido en aquel colegio. En sus clases y en sus patios. Porque el patio es fundamento en la pedagogía salesiana.

Cuando algún compañero o alguna compañera se estrena en la docencia y llega ese día en el que todos nos derrumbamos, al menos en lo profesional, porque todo son sinsabores, ese día de angustia en el que uno cree equivocada su vocación porque no hay tu tía con el personal, porque están que no están, porque si hay veinticuatro alumnos has tenido que repetir treinta veces contra la bulla qué es lo que había que hacer, cuando llega ese día que te quieres morir y buscarte la vida por otro lado, yo recuerdo lo que tuvo que pelear y con lo que tuvo que pelear don Bosco. Y recuerdo su Sistema Preventivo.

El Sistema Preventivo de don Bosco se basa en su propia experiencia de cuando sacerdote aterrizó en un Turín en plena expansión industrial observando los desarraigos sociales y desgarros humanos que trajo el éxodo rural y el avance rápido de las industrias, su repercusión negativa sobre los jóvenes, explotados desde niños, vapuleados por el alcoholismo, la delincuencia, la prostitución... Alejados de la fe, recelosos de un Dios que les parecía no estar con ellos. A ellos se acercó don Bosco estando con ellos, conociéndolos para educarlos. Conociéndolos.

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